Sándor Márai, memoria doliente de Europa

FUGAS

Márai desgajó una parte de sus memorias -ahora recuperada- porque no quería ofrecer una imagen tan negativa de Hungría. El escritor indaga la raíz del desmoronamiento de su querido universo

10 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida de Sándor Márai (Kassa, 1900-San Diego, California, 1989) está construida sobre cosas que se rompen a su alrededor. «El rumor del aleteo de la historia raras veces encuentra preparadas a las gentes del momento. En ocasiones [admite en ¡Tierra, tierra!, uno de los tomos de sus memorias] nos enteramos en pijama o al afeitarnos de que algo ha llegado irrevocablemente a su fin». Él, que estaba naturalmente dotado de una gran sensibilidad y una no menor capacidad de observación y análisis, apenas pudo gozar de una existencia tranquila, porque le tocaron unos años muy convulsos y no era de los que miraban para otro lado.

El desmembramiento del imperio habsbúrgico, las dos guerras mundiales, y, como consecuencia, las ocupaciones nazi y rusa golpearon con contundencia el hábitat muelle en el que transcurría su devenir cotidiano de escritor de éxito, favorecido por el estatus de acomodada burguesía que disfrutaba su familia. Márai quiere saber qué ha ocurrido en su aparentemente idílico universo, en particular para que la llegada de las huestes de Hitler haya sido acogida en su país con naturalidad, y entre ingenuas ensoñaciones de restablecimiento de la grandeza nacional (la Primera Guerra Mundial había sajado el territorio: Kassa, su ciudad natal, por ejemplo, pasó al dominio checoslovaco).

Su literatura está trufada de ese sentimiento doliente, ese rastro lacerante que deja todo mundo en proceso de extinción. Pero Márai no se conforma con realizar un ejercicio de nostalgia, su posición es crítica, incluso con su candorosa actitud de entonces, tanto que no duda en calificarse como un esnob más. Lo que no quise decir es una parte que en su día decidió desgajar de ¡Tierra, tierra!, porque entendía que ofrecía una imagen muy crítica, muy dura, implacable con su querida Hungría.

Emprende en el libro una indagación, una prospección reflexiva, en la historia y la sociedad de Hungría. El escritor responsabiliza en buena medida de las anomalías detectadas a la falta de desarrollo democrático en las estructuras del Estado y de la propia población. Los intereses y la soberbia de los señores latifundistas han impedido que la sociedad evolucione y han mantenido el nepotismo como lubricante de un sistema de herencia medieval cuyo funcionamiento condena al campesinado a la pobreza y la condición de siervo.

La entrada de las tropas de Hitler en Austria (1938) y la afirmación de Hungría en la órbita soviética enmarcan este libro, que es un poco la intrahistoria de su más difícil decisión, el exilio. Cogió los 69 napoleones de oro que guardaba enterrados, se despidió de su madre y, con su esposa, Lola, abandonó lo que más amaba, irreconocible bajo el yugo comunista. «El tren se puso en movimiento sin hacer ruido, rodó lentamente sobre el puente. Avanzamos hacia la noche estrellada al encuentro de un mundo en el que no nos esperaba nadie. En ese instante -por primera vez en mi vida- sentí miedo, comprendí que era libre. Comencé a asustarme». Márai inicia el último tramo de su viaje apátrida, que había comenzado cuando el tratado de paz de Trianón hurtó a su patria en 1920 la denominada Alta Hungría (también Kassa, hoy la eslovaca Ko?ice).

«LO QUE NO QUISE DECIR» MEMORIA • Sándor Márai • Traducción del húngaro de Mária Szijj y J. M. González Trevejo • 159 páginas • 17 euros