El rey de la distancia corta

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa EL RINCÓN DEL SIBARITA

FUGAS

27 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

John O?Hara (Pottsville, 1905-Princeton, 1970) lo tenía todo para ser el más grande de su generación. Iba para Ernest Hemingway, William Faulkner o Francis Scott Fitzgerald, pero se quedó en John O?Hara, que tampoco nada está mal. Un día decidió arrojar su vida por la borda y al final solo empató con los grandes en su desmedida y autodestructiva devoción por el alcohol y la literatura, que eran las dos únicas cosas que en realidad llegó a amar total y absolutamente. Sin matices. Esa jornada en la que O?Hara se pegó un tiro en el pie la recuerda el editor Didac Aparicio en el prólogo a la maravillosa antología de cuentos La chica de California que publica Contra: «Su expulsión del Niagara Preparatory School, antesala de la Universidad de Yale, se produjo en la víspera de su graduación, cuando fue visto entrando por la ventana de su habitación de madrugada, completamente borracho y con su traje de graduación hecho jirones y lleno de barro».

Es famoso el telegrama de una sola línea que le envió a Steinbeck cuando le otorgaron el Nobel en 1962: «Eras mi segunda opción». Pendenciero, soberbio y peleón, se dedicó con la misma entrega a la escritura y al whisky (ser alcohólico durante la ley seca era un oficio en sí mismo). Nos regaló personajes decadentes y mujeres fascinantes que buscaron la infelicidad con obstinación. De aquel agujero llamado Pottsville saltó al Hollywood dorado, donde ejerció de guionista pero tampoco triunfó. Como recuerda Aparicio, se extinguió con una novela inacabada al teclado:

-Murió en su residencia de Princeton, Nueva Jersey, el 11 de abril de 1970, a los sesenta y seis años y treinta y un libros. En su máquina dejó una novela que ya nunca finalizaría, justo en este punto: «Edna no había sospechado de él, y ahora su aventura con Alicia era cosa del pasado».

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