The New Raemon: «Este es un país muy corrupto, no solo en el estrato político, también en el musical»
FUGAS
Presentando el Atlantic Fest que se celebrará en la Illa de Arousa el 1, 2 y 3 de julio, el artista catalán actuará en hoy en A Coruña, mañana en Vigo y el domingo en Vilagarcía
08 abr 2016 . Actualizado a las 19:14 h.Iba a dejarlo, pero volvió. Lo hizo con Rompehielos (2015), un disco notable que recuerda a la aleación mágica de pop, folk y psicodelia de Damien Jurado. Para él es su mejor obra. Sus fans comprobarán este fin de semana si se puede dar la razón a su autor en el trasvase al directo.
-Usted ha dicho que se ha reencontrado en acústico. ¿No le frustra como a tantos esa limitación?
-De entrada, es todo un reto. Si tú vienes de tocar en una banda, como me ocurría a mí con Madee, no estás acostumbrado a defender tú solo las canciones. A medida que lo vas a haciendo, vas mejorando como intérprete. En la banda juegas con los compañeros, unos tapan a los otros. Cuando estás tú solo, si llegas al punto de controlar los tiempos, las intensidades del concierto y todo sale bien, a veces es mucho mejor que con banda. Más gratificante.
-Desde fuera y no siendo músico pero padeciendo muchos recitales acústicos mortíferos, parece que es bastante más complicado.
-Claro. Tienes que controlar los tempos de un modo diferente y tienes un contacto diferentes con el público. Estás más vulnerable, pero cuando lo levantes eres He-Man [risas].
-En su caso creo que no tendremos las sensación de «música capada». Su disco trasmite la sensación de haber nacido en acústico e irse electrificando. ¿Es ese el caso?
-Sí. Yo escribo canciones pop, que parten de una guitarra. Luego pongo las voces y, finalmente, le meto una letra. Después de tantos discos, monto un repertorio que creo que se puede defender y voy mucho más tranquilo. Cuando empiezas tienes un disco y solo estás contento con cuatro temas, pero los tienes que tocar todos. Ahora estoy en un momento de mi vida en el que tengo 40 años y me puedo permitir dar un concierto de una hora con un puñado de canciones que dicen: «Bueno, no están mal» [risas].
-40 años. El disco trasmite una sensación de placidez muy propia de esa edad, en la que se viven las cosas más ralentizadas y sin tantos extremos.
-Mmmm...ves las cosas con otra perspectiva. De todos modos, mi historia no es la habitual, porque yo fui padre muy joven, con 19 años. Eso me cambio totalmente la vida, las prioridades y todo. A lo mejor a mí me ha pasado al revés: que viví la juventud más de mayor que de joven, que tenía una vida mucho más adulta.
-En alguna entrevista habló de cómo le fascina el modo en el que se acercan sus hijas a la música. ¿Esta generación de padres que inculcan a sus hijos el rock como algo positivo logrará que a los niños les gusten o que se revelen ante ello?
-No lo sé. Yo a mis hijas les ponía canciones en el coche y veía cómo les iba gustando, cómo asimilaban la música, cómo se metían en cosas que yo había escuchando mucho tiempo atrás. Ellas han tenido esa educación y, al final, les ha gustado la música y han montado un grupo. Pero no fue algo forzado. No las he apuntado a clases de guitarra ni nada. Pero les ha interesado saber como es la música. Forzar a un niño a ir a clases de piano no creo que sea lo correcto.
-Quería que «Rompehielos» fuera un disco imperfecto y lo ha logrado: trasmite la sensación de ser espontaneo. Por decirlo de alguna manera, cruje.
-Sí, hay ciertas imperfecciones que me gustan. Lo he grabado yo y ha quedado como yo quería. Si rasca la voz es porque yo quiero que rasque. No cantas siempre igual. No es lo mismo cantar por la mañana que por la noche. A mí me gustaba el ambiente que tenían las maquetas. En realidad mi voz es así. También es mi manifiesto contra las voces que escuchamos en la radiofórmula. Es muy lamentable. Todo con autotune, filtros... Hay gente que piensa que las voces suenan así. A mí me gustan que suenen naturales, con de seres humanos. Nos hemos vuelto todos los locos con el autotune. Es el triunfo de la mediocridad. Ahora cualquier persona que quiera hacer música puede grabarse un disco en su casa, si le dedica tiempo. Pero, claro, ahora cualquiera puede cantar desafinado y con un pluging la voz suena afinada. Yo pongo la radio y me pongo enfermo. Yo busco la imperfección de los años cincuenta y sesenta. Los grupos entonces tocaban de verdad, sin claqueta, ensayaban mucho y hacían tomas. Esas tomas son imperfectas, pero están vivas. A veces se pierde un poco el tempo, pero es así, no siempre se toca igual. El error es buscar esa perfección, porque es mentira.
-Leía recientemente a un cocinero decir que hay sabores naturales, como el del ajo, que muchos niños ni conocen. Los repudian como algo desagradable. ¿Le pasa lo mismo a la música?
-Ya, no entienden. Se ha cambiado mucho la forma de consumir la música. Es paradójico que en una época como esta haya tan poco criterio. Lo nuestro era mucho más complicado. Había que estar pendiente de la radio, de un hermano que te enseñaba cosas, de investigar... Tenía mucha gracia, porque todo era muy misterioso, porque el conocimiento te lo tenías que ganar. Formarte un criterio costaba. Ahora está todo ahí y paradójicamente es cuando menos criterio hay. Yo veo a los amigos de mis hijas y escuchan música en Youtube. Ya no escuchan discos. Ahora todo es tan inmediato que no se valora nada. Eso es muy triste.
-Ha hecho discos con contenido político, como muchos grupos del indie, pero ahora ha cambiado. ¿Es la asución que las canciones no sirven para hacer política o es una etapa diferente?
-Yo eso lo he hecho de una forma más sutil. Solo tengo una canción donde abiertamente me cago en ellos, que es Tinieblas por fin. En el resto jugaba de una forma muy ambigua. Tú escuchabas la canción y podías pensar que a lo mejor estaba hablando de nosotros como una sociedad o como una pareja. Era un juego. Yo, en un momento dado, saqué ese disco porque estaba harto. El título de Tinieblas por fin salió en la furgoneta el día que ganó Rajoy las elecciones. Estábamos yendo a tocar, lo oímos y dije «Tinieblas, ¡por fín!». De ahí salió el concepto. Esa canción la hice para que la gente que estuviera un poco quemada tuviera una canción con la que desahogarse. Pero lo que pasa es que tampoco me gusta hacer bandera de eso.
-¿Por qué?
-Yo soy un poco freestyle. La línea es muy fina, depende cómo lo hagas. Hay ciertos compañeros que a lo mejor se están pasando un poco con el tema. Es eso de «dime de qué presumes y te diré de lo que careces», no sé si me explico. A mí grupos que mezclan la política con la música, como The Clash, siempre me han gustado. Pero hay que hacerlo bien. En ese momento necesitaba escribir esas canciones, pero la verdad es que ya estoy un poco desencantado con todo. Ya me da igual. Cuando voy a votar intento votar con cabeza, intentando poner mi granito de arena para que las cosas cambien, pero es muy complicado, porque este país es un muy corrupto. No solo en el estrato político, sino también en el musical, por ejemplo. Entre los empresarios grandes de este sector también hay mucha corrupción. Y nadie dice nada.
-Esa es una reflexión que muchas veces se hace de puertas para dentro: un sector en donde a veces se paga en b, donde a veces se inflan precios si paga un Ayuntamiento, donde a veces los contratos se logran por amistades con políticos...
-Por eso te decía eso de «Dime de lo que presumes...», porque muchos de estos empresarios pecan de eso. ¡No todos, eh! Yo conozco a gente muy honrada que se dedica a esto, que lo hacen por vocación y bien. Pero también hay mucha gente que está en el circuito en donde estamos metidos nosotros que son muy curiosos. Los ves en el Facebook o por cualquier lado mostrándose como los más rojos del mundo y, después, tú sabes o has vivido cosas con esta gente que dices: «Macho, tú tendrías que ser el último en abrir aquí la boca». Hay que tener mucho cuidado con lo que dices, porque muchos de los que venden esta moto te están vendiendo solo humo.
-Al principio de su carrera fue «víctima» de un hit: La cafetera. Le decían que hiciera más canciones así y, ahora, parece que llega ese otro hit: La reina del Amazonas. ¿Fue consciente de ello cuando apareció?
-Totalmente. La puse de manera deliberada. Pensaba que el disco era bueno, pero muy deprimente. Y no quería. El anterior me gustaba mucho, pero era de pegarse un tiro en la cabeza. Quería darle un poco de luz al disco y por eso la puse ahí y, luego, coloqué la última. Sin ellas el disco sería muy distinto, dejaría un sabor triste. También quería darle un single a Bcore, a la discográfica. Es una canción abiertamente positiva, que siempre son más difíciles. Cuando una canción lleva azúcar resulta complicado, porque la línea de lo cursi y lo poético es tan fina que si lo logras es muy gratificante.
A CORUÑA. Viernes 8. Playa Club. 22.30 horas. 10 euros (anticipada) y 13 (taquilla)
VIGO. Sábado 9. Radar Estudios. 22 horas. 10 euros (anticipada) y 13 (taquilla)
VILAGARCÍA. Domingo 10. Salón García. 12.30 horas. 2 euros (niños de 3 a 16 años) y 5 euros (adultos)