Una vida entre cables y cuerdas

Victoria de La calle VIGO / LA VOZ

FIRMAS

Oscar Vazquez

El montañero Sechu López que escaló en el 2012 el Annapurna, ochomil más alto del Himalaya, combina su pasión con su trabaja en Renfe como técnico electricista

04 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Sechu López (Vigo, 1965) lleva desde hace 33 años dos vidas paralelas completamente diferentes. Su trabajo como técnico de mantenimiento en Renfe, donde hace el turno de noche, nada tiene que ver con sus expediciones al Himalaya, en las que ya ha escalado tres picos de ochomil metros, o sus viajes a Pakistán o Nepal.

«O meu traballo dáme estabilidade, é monótono, levo aquí 33 anos. A montaña é sempre diferente», explica. «Pero da escalada non se pode vivir e o meu traballo é o que me permite manter á miña famila», aclara. Para el vigués, su trabajo actual es sinónimo de seguridad. «Non moita xente ten un traballo que lle dure, e máis hoxe», afirma.

Su primer contacto con la naturaleza fue en un campamento de verano cuando era niño. Desde ahí, su vínculo con la montaña se ha ido estrechando cada vez más. «Non é só a montaña, eu necesito o contacto coa natureza, disfruto moito percorrendo calquera ruta, gústanme tamén o mar e os deportes acuáticos», explica el deportista.

Este gusto por la naturaleza es lo que le empujó, en un principio, a querer estudiar Biología. Pero su padre y su abuelo, también ferroviarios, le impulsaron a empezar, a los 16 años, como aprendiz en Renfe, donde sigue trabajando. Ahora es su hijo, que ha heredado el gusto por las ciencias de la naturaleza, quien acaba de licenciarse en la carrera con la que él soñaba. Pese a todo no se arrepiente de haber tomado aquella decisión. «Esta empresa déixame coller permisos para realizar as miñas expedicións, son días a maiores das miñas vacacións, porque consideran que a actividade que fago é meritoria», comenta agradecido.

Sechu López inició su trayectoria en el montañismo a los 23 años gracias a un amigo, Manuel Rey, que lo llevó a la sierra de Madrid. Pero al vigués, se le quedó pequeña la cordillera madrileña y comenzó a formarse hasta llegar al Himalaya. La escalada es tan meritoria como arriesgada y le ha llevado, en algunas ocasiones, a situaciones de peligro extremo. Ni la congelación que sufrió en las manos en la subida al Shisha Pangma en el 2010, ni la de los pies, en el 2012, cuando escalaba el Annapurna, que le costó a Sechu la punta del dedo gordo del pie, le han hecho siquiera pensar en abandonar.

«É moita a paixón que lle teño, xamais me plantexei deixalo. Moitas veces me entrou medo a clave é encontrar a manera de superalo. No meu caso, esa clave é que o disfruto moitísimo», explica. De miedo, y de preocupación sabe mucho su familia, su mujer y sus hijos. «Cando marcho, malia que levo un teléfono satéliten debo aforrar no uso dos recursos, e comunícome pouco», cuenta, «cando falo coa familia intento tranquilizalos a todos». Confiesa que, pese a que respetan su afición, algunas veces su madre intenta disuadirlo. «Miña nai sempre me di: ?agora que xa chegaches a ese cumio, xa o deixas??», afirma el montañero sonriendo.

En su día a día, Sechu conduce hasta Redondela, donde se encuentra el taller de mantenimiento de Renfe. Entra a las 22.30 y sale a las 06.00. «O horario nocturno é difícil, o corpo non está acostumado, pero é un traballo sinxelo, cando marcho non quedo pensando nel e déixame tempo para facer excursións preto de aquí», afirma. En el taller todos se conocen, llevan ya muchos años trabajando juntos. «A media de idade é de 50 anos, polo que alí somos os de sempre», explica. Es otro de los grandes contrastes de su vida cotidiana y su afición.

Cada viaje muestra a Sechu una forma de vida diferente, personas distintas y nuevos paisajes. «Aínda que viaxas só, coñeces moitísima xente. Nepal é o que máis me impresionou, a xente alí faiche comprender que o ser humano canto menos ten, mellor vive», explica conmovido. El idioma, confiesa entre risas, no es un impedimento para la comunicación. «Outra das cousas que ensina a montaña é que tes que vivir cada momento intensamente, cando voltas, os problemas cotiáns parécenche outra cousa, claro», destaca. «Por suposto, as vistas, que son incribles».

Cada experiencia tiene para él un significado particular, «A primeira, o Manaslu, nunca a oesquecerei: a primeira montaña é coma o primero amor. A segunda, Annapurna, é o oitomil máis alto que escalei. A terceira, o Shisgha Pangma, porque lla adiquei a Abel, un gran amigo que perdeu a vida na montaña», afirma. Pero el electricista quiere alcanzar nuevos retos, por eso su mente está ya puesta en su próxima expedición, que podría ser al Makalo, la quinta montaña más alta del Himalaya. Su cumbre podría estar, en la primavera del 2015, a los pies del montañero vigués.