Libreros que saben de libros

Begoña Rodríguez Sotelino
Begoña R. Sotelino VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M.MORALEJO

Gonzalo Pérez quiso tener una librería desde que tenía siete años. Junto a su mujer, Maribel Tato, lo consiguió tras abandonar él la profesión de delineante y ella la de enfermera

15 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hay librerías y librerías. Las hay que venden libros como si despacharan chorizos siendo vegetarianos y los hay que no son capaces de recomendar el producto sin antes haberlo degustado. De esa clase son los propietarios de Cartabón, gente amante de la lectura que disfruta de lo que hace.

Maribel Tato comenzó en el negocio estimulada por la pasión de su marido, Gonzalo Pérez, que como recuerda ella, «desde los siete años siempre dijo que él quería tener una librería».

Pero fue ella, que se formó como enfermera y entonces estaba trabajando como tal, la que dio el primer paso para contribuir a un sueño que, por otra parte, también le entusiasmaba. Dejó el sector sanitario y en el local vacío que los padres de él tenían en Urzaiz, al lado del cruce de Os Choróns, se puso al frente de un negocio que en un principio funcionó exclusivamente como papelería. «Abrimos el 24 de julio de 1984. El mismo día que empezó la Televisión de Galicia», cuenta como anécdota curiosa.

Aquella fue la oportunidad para avanzar en la consecución de un objetivo que lograron de forma gradual. «Empezamos añadiendo a la oferta algunos libros y cada vez teníamos más, hasta que llegó un momento en que se invirtieron las tornas y el libro lo llenó todo. De hecho, desde hace 15 años ya no trabajamos nada de papelería». Gonzalo, que era delineante, también abandonó su trabajo para volcarse en lo que realmente le gustaba.

«Su pasión nos arrastró a todos», resume ella, incluyendo a sus dos hijas, ya que una de ellas, tras estudiar Filología Inglesa, trabaja como editora en Kalandraka y la otra, ingeniera química, es la primera que dice que «nunca se desharía de la tienda», afirma.

Pero Cartabón no es estrictamente una librería. Aunque en un sentido funcionan como las de antes, en las que el lector se podía fiar de lo que le decían desde detrás del mostrador personas que además de vender libros, los leían, en otros aspectos no se quedan atrás. El sector está en plena revolución y no están dispuestos a perder ese tren. Por eso despachan por Internet a través de su página web, trabajan también el libro electrónico y llevan en paralelo un proyecto como editores, Redelibros. «Nuestros autores eligen si prefieren publicar su obra en papel o en digital», cuenta Maribel.

Pero lo que más les gusta sigue siendo el contacto personal, por eso no se pierden ni una sola de las ferias que se celebran en Galicia. «Llevamos yendo más de 20 años», cuentan.

Y lamentan que la de Vigo sea una de las peores, «porque no es cómoda, está situada en un espacio con mucho ruido y tráfico y mientras en otros concellos se nos dan todas las facilidades, aquí parece que molestamos y cada vez somos menos», argumenta Maribel, a la que le duele especialmente que ocurra eso en una ciudad que ya es la suya, ya que aunque nació en Silleda, reside en Vigo desde los 11 años y su marido, ourensano, desde los 16.

A la feria de Madrid también acudieron durante cinco años, llevando hasta la capital su fondo de literatura gallega, que es una de sus especialidades, aunque trabajan con un amplio catálogo de literatura española e internacional y también libros de texto.

El comercio se reformó hace unos años, pero nunca fue la típica librería cuya disposición impide al cliente el placer de ojear ejemplares agobiado por un vendedor que lo observa como si fuese a llevarse algo sin pagar. Cartabón nació como una tienda abierta al mundo de las letras y a los lectores y ese es el eje central de su novela.