La angustia expectante

tareixa taboada OURENSE

FIRMAS

Miguel Villar

Los sueños de Ramón Conde en el Cercano

10 feb 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

«La angustia es el vértigo de la libertad» Soren Kierkegaard. Ramón Conde presenta la serie de dibujos Los Sueños en el rincón más cosmopolita de la ciudad. El Cercano (Cardenal Quevedo, 20) dirigido por el carismático Moncho Conde Corbal; una cuerda a la que aferrarse en el precipicio intelectual hacia el que es empujada la cultura y el arte por los aplastados por la mediocridad y la desidia.

Coordinada por Cristina Carballedo la colección puede visitarse hasta el 25 de febrero. El artista ourensano sorprende con una colección de dibujos en blanco y negro, en dos series diferenciadas, en las que expresa la problemática existencial a través de una línea narrativa en un anhelo de salir de sí mismo y proyectarse, expandirse.

A través de un lenguaje similar al cómic, con un dibujo marcado de línea de contornos cerrados en el que prescinde de color para reforzar el carácter expresivo de las figuras atrapadas en la «fisicidad» rotunda de sus cuerpos de masas titánicas y fuertes tensiones y torsiones que hipertrofian el volumen de su canon alterado. En dialogo con el subconsciente, el sueño y el ingrato abandono del olvido, narra una experiencia extrapolando sentimientos a imágenes. Independientemente de su secuenciación paracinematográfica cada obra es autónoma en sí misma, pero constituye un eslabón de la propia historia de fondo, manteniendo el hilo narrativo, abocado a un sórdido final con la ironía del esfuerzo ilimitado e inútil por eso suena tan mezquino y desesperado, como el blues de un caníbal, de ahí su coherencia. Una persecución en la que el hombre se abre camino sintiéndose acorralado, por túneles angostos y espacios claustrofóbicos en busca de una salida.

En un momento de esa huida se encuentra con el doble de si mismo. Otro ser humano y surge el conflicto de duda, de desconfianza, de alerta. Compartiendo un espacio asfixiante, el más oscuro de los dos termina por devorar a su semejante, sobrevive y encuentra una salida. Pero permanece expuesto en su vitrina de cristal, cautivo y aislado frente a la pasividad, ignorancia y apatía del resto de los seres, autómatas que deambulan ciegos, sin empatía ni dolor, para ser recogido y olvidado en un oscuro almacén junto a otros seres idénticos y alienados en una síntesis que altera la perspectiva para generar una isocefalia que subraya la intención de anonimato, de protagonista múltiple, de la gris uniformidad de lo fabricado en serie. La verdad se vuelve paradoja. Traslada al papel la obra escultórica en sus anatomías cerradas, herméticas y distantes. En apariencia homogéneas pierden su singularidad, hacia un concepto de universal humanidad.

Cambio de valores

La segunda serie, representa el cambio de valores del grupo frente al individuo, y sus intereses. Tanto ensalzado como perseguido. El hombre solo frente a una sociedad que es juez y parte. Crimen y castigo. El frío acodo de la fosa común.

Mantiene una humanización en el paisaje con el cuerpo como territorio, en una topografía humana en anacrónica frontalidad, propia del kuorós griego, en distante atemporalidad.

El subconsciente regula el mecanismo de los sueños y se nos escapa. El Yo, el Ello y el SuperYo freudiano. El Yo es el único «almácigo de angustia», solo el puede provocarla y sufrirla. Presenta sus tres variedades de angustia: la angustia realista, que se corresponde a los peligros del mundo exterior, la angustia neurótica, surgida por la tensión del Yo con el Ello; el instinto y el SuperYo, la conciencia moral y los roles heredados de una cultura que convierte la represión en angustia. Conde juega con los mecanismos freudianos a un nivel consciente, en personajes torturados que convierten el sueño, en pesadilla, la cruel y despiadada lucha por la vida.

La teatralidad de los gestos, lleva al phatos en formas helicoidales y retorcidas que remiten al helenismo, y en su hierática frotalidad a las portadas románicas, subrayadas por una isocefalia arcaizante. Conde, como funambulista, en su exquisito equilibrio atraviesa la tradición con pasos anticlásicos. El caos vence siempre al orden.