La cara transparente de la luna

Begoña Rodríguez Sotelino
begoña r. sotelino VIGO / LA VOZ

FIRMAS

Oscar Vazquez

El leonés Lucinio Fernández aprendió el oficio de su suegro, el ourensano Manuel Coello, que fue el fundador de la empresa que cumple medio siglo de vida en la ciudad

08 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La Luna con mayúsculas es el único satélite natural de la tierra, pero si minimizamos la inicial es la denominación que se utiliza para nombrar al cristal que se usa en vidrieras y escaparates. De esas lunas terrenales sabe mucho Lucinio Fernández Fernández, que aprendió de un gran maestro. Fue su suegro, el ourensano Manuel Coello Herrero, el que le enseñó todos los secretos del oficio. «A los 5 años se quedó huérfano y se fue a León con un hermano que le enseñó el oficio de zapatero, después montó un bar, pero su mujer, de origen boliviano aunque criada en España, quiso ir a conocer su país. Embarcaron en Vigo rumbo a Sudamérica y al ver la ciudad él se quedó impresionado con sus posibilidades y ya pensando en montar aquí un negocio», cuenta.

Así fue. No tardó mucho en llegar a la ciudad con su esposa y su hija, que entonces contaba 13 años. Pero su primer trabajo fue como proyeccionista en un cine y después como colocador de muebles en CYL. Fue allí cuando se metió en el gremio porque en aquellos tiempos acristalaban los marcos y atisbó un futuro profesional inclinándose hacia el gremio de los cristaleros.

La casualidad hizo que años más tarde, Lucinio, también leonés, conociese a su mujer, Graciela, en unas vacaciones en Benidorm. Ella, profesora, estaba entonces destinada en Oviedo y continuaron el noviazgo a distancia mientras él se ganaba la vida como visitador médico en su provincia. Hasta que Lucinio decidió dejar tantas idas y venidas a Vigo para casarse e integrarse en Diamante, la empresa del suegro.

La profesión poco se parece ahora a lo que era cuando Manuel, fallecido hace 5 años, abrió su primer taller, al principio solo, y luego con un socio. «Tenían más de 20 empleados y decidieron hacer una nave en la Bagunda, pero luego se separaron», cuenta. Entonces fue cuando abrió su tienda en O Calvario contando como ayudante con Julia Iglesias Bastos, que sigue ahora con Lucinio.

«Aquí se hacía de todo, mi suegro hasta plateaba él los espejos con su fórmula de nitrato de plata, ahora todo viene hecho de fábrica. Volver a aquello saldría muy caro, no compensa», razona. Tampoco volverán a pulir las aristas de los cristales al cantearlas contra una piedra giratoria, ya que ahora se hace con máquinas. También recuerda que el fundador de la empresa -probablemente la más antigua de Vigo- hacía dibujos en espejos y cristales, «ahora solo queda uno en Bouzas que está retirado y si lo hace, es de favor». El oficio de cristalero requería de cierta habilidad artística que ahora se resume en tomar bien las medidas. «Es lo más importante», recalca.

«Antes se hacía mucha obra pequeña, colegios, pisos... La mayor parte de las viviendas tenían ventanas de madera y hierro, todo se acristalaba colocándolo con masilla». Después llegó el aluminio y con él, una nueva era. «Ya se pone poco cristal monolítico, es todo doble acristalamiento que viene hecho. Antes lo hacían aquí, en la Unión Cristalera, y actualmente se fabrica en Lalín», comenta. Ahora hacen, sobre todo, reposiciones y reformas, colocan cristales coloreados para paredes de cocinas, mamparas y vinilos adhesivos, pues casi nadie hace grabado en cristal y el pavés y el biselado han pasado a la historia.

Hasta el año pasado siempre tenían otro empleado a mayores, pero ahora ya hacen todo entre los dos. «Julia lleva más de 40 años y yo 32. En un par de años me jubilaré», anuncia. Su hijo, Alejandro, es neurocirujano y trabaja en Barcelona, así que, parece que no habrá relevo en la familia. Pero Lucinio no cree que Cristalería Diamante eche el cierre. «Hay gente que la quiere, o a lo mejor se la queda Julia, ya veremos...».