La Brilat se adentra en el mito

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

FIRMAS

cedida

Un teniente coronel disertará sobre el Milagro de Empel, la batalla en la que los tercios de Flandes derrotaron a la escuadra holandesa tras descubrirse una talla de la Inmaculada

03 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Ayer vino a verme un soldado. Temblando aún de emoción me comunicó que, mientras cavaba una trinchera, había encontrado una tabla con la efigie de la Inmaculada Concepción. ¡Y pensar que creímos estar solos! Decidí pasearla en procesión, exaltando el ánimo de mis hombres. Todos nos encomendamos a ella con fervor». Con estas palabras del maestro de campo del Tercio de Zamora, Francisco Arias de Bobadilla, se cimentó el Milagro de Empel, la batalla en la que la intercesión de la Virgen posibilitó que las tropas españolas, de las cuales la Brilat es heredera, pasaran a fuego y cuchillo a los secesionistas holandeses.

Esta tarde, el teniente coronel jefe del batallón Zamora, unidad adscrita a la Brilat y que mantiene la tradición de aquel tercio que combatió en Flandes, abordará este pasado mítico en la Diputación de Pontevedra. Estructuralmente la unidad depende de uno de los dos regimientos de los que se compone la brigada pontevedresa y en los últimos años ha estado presente en buena parte de las misiones internacionales de la Brilat.

Cinco años después de su creación, en 1585, la historia sitúa al Tercio de Zamora, compuesto por cerca de cinco mil hombres, combatiendo en la Guerra de los Ochenta Años. Su situación era desesperada mientras trataban de encontrar refugio en la isla de Bommel -«el hambre y el frío nos había postrado, y en esta solitaria isla parecía no haber lugar más que para la desesperación. Como buenos soldados españoles, no nos quedaba más que encomendarnos a Dios y luchar hasta la muerte», rememoraría posteriormente Bobadilla-.

Al frente de los holandeses se encontraba el almirante Holak, que había dado orden de abrir el dique del río Mosa en su estrategia de aislar a los tercios. Estos, ateridos de frío y atenazados por el hambre, tuvieron que retirarse a Bommel. Allí fueron invitados a rendirse, lo que fue respondido por Bobadilla con una frase lapidaria que ha pasado a los anales de la historia militar española: «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos».

Holak se tomó las palabras como un insultó y ordenó abrir un segundo dique. Las aguas subieron y los españoles solo hallaron abrigo en una pequeña porción de terreno, la colina de Empel.

Fue allí donde un soldado halló la tabla con la imagen de la Inmaculada Concepción. Era el 7 de diciembre de 1585 y el maestro del Tercio de Zamora arengó a sus soldados.

El propio Arias de Bobadilla dejó escrito lo que se encontraron al amanecer del día siguiente: «Esta mañana, los ríos han amanecido helados. La escuadra enemiga, atrapada entre los hielos, ha sucumbido al terrible empuje de nuestra infantería. Sobre este gélido rincón de Flandes, los hambrientos y valerosos soldados del Tercio Viejo se han cubierto de gloria mientras vitoreaban a su Virgen».

Y si celebre fue la respuesta que el maestro de campo del Tercio de Zamora dio a la petición de una rendición honrosa, no menos fue la reacción del almirante Holak a la derrota. «Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro», toda vez que, frente a él, estuvieron «cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos».

Este domingo, la Brilat conmemora aquella gesta.

«Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro»