El zapatero del futuro

b.r. sotelino VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M. MORALEJO

Diego Pena heredó el oficio del abuelo y el padre, que modernizó arreglando lo imposible

06 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Hace mucho que se dice que el de zapatero es un oficio en vías de extinción. Pero si los pocos que quedan fueran como Diego Pena, la profesión tendría el futuro que se intuye tras el trabajo de este artesano. Diego encarna a la tercera generación familiar. «Mi abuelo, Manuel, empezó aproximadamente sobre 1935. Su primer taller lo abrió en Ronda de Don Bosco. En la posguerra emigró a Buenos Aires y allí montó también el mismo negocio».

Mientras la abuela se quedaba aquí con su otro hijo, el padre de Diego, José Manuel, le acompañó y a los 9 años empezó con él. «Eran tiempos duros, iba del colegio al taller. Regresaron 5 años después y volvieron a montar tienda en esta calle, aunque no donde están ahora», cuenta. José Manuel, además, volvió a emigrar y con 17 años se fue él solo a Uruguay, donde trabajó en una empresa zapatera con 21 empleados.

Diego comenzó de aprendiz junto a su progenitor en 1996 y tomó el relevo en el 2005, tras la jubilación. El hijo heredó su forma de trabajar con las técnicas artesanales de toda la vida, pero adaptadas al paso del tiempo y modernizándose con maquinaria. Además, ha sabido abrirse paso gracias a la especialización.

Lo suyo es innovar sin dar carpetazo a la artesanía. «Gracias al bendito Internet descubrí y aprendí tipos de reparaciones que conseguí aplicar gracias a la observación y a mi formación previa», argumenta.

El profesional ejecuta arreglos de calzado deportivo que muy pocos son capaces de hacer: «Trekking, montañismo, motociclismo, supermotard, trial, enduro, escalada, tenis de running, zapatos de golf y todo tipo de zapatillas deportivas en general», enumera. «Y hace año y medio que reparamos zapatos MBT para toda España, me llegan hasta desde Madrid y que sepamos somos el único taller especialista en el país». Pero es que también lo son en reparación de bolsos antiguos de piel de serpiente y cocodrilo, de maletas y de marcas de alta gama como Prada, Gucci o Jimmy Choo.

Servicio técnico de marcas

Su preocupación es hallar soluciones para cosas que parece que no se pueden realizar y por eso se ha convertido además en el servicio técnico de reparación de varias marcas y comercios.

«Muchos clientes llegan aquí tras haber recibido negativas de otros que les dicen que no hay reparación posible. En este oficio se está perdiendo la artesanía y ahora se reduce a hacer llaves, mandos de garaje, plaquitas y cambiar unas tapas», lamenta.

«Lo que nos distingue es que trabajamos con materiales de la más alta calidad del mercado, y para eso, por desgracia, muchas veces los tengo que comprar fuera, en Alemania, Italia o Estados Unidos».

Su padre, como muchos, vive una jubilación inquieta. Visita a menudo el taller a pesar de que ahora puede practicar su gran vocación, la pintura, y su otra afición, la cría de canarios.

Es él quien, muestra otra de las habilidades de los Pena: el ajuste a la pierna de las cañas de bota. «Como si fueran a la modista», explica.

«Yo tuve la suerte de aprender con un gran maestro una profesión que me encanta», confiesa Diego, al que además, le gustan los retos, investigar, buscar cómo dar solución a un problema.

Por eso le entristece la decadencia del oficio y ver cómo muchos talleres cierran. «No es un gremio unido, no hay quien enseñe y tiene mucha salida si se mantiene la manera artesanal de trabajar, pero no hay ayudas oficiales, no hay respaldo del gobierno para quien desea aprender y este tipo de oficios son riqueza, es industria», opina.

Pilar, su mujer, que atiende al público y actualiza cada día la página web tras hacer fotos de los zapatos a los que su marido logra devolver nueva vida, asegura que el más pequeño de sus tres hijos apunta maneras. «Va corriendo a por el martillo y los clavos cada vez que entra en la tienda. Yo creo que habrá cuarta generación», augura.