La pareja que varó en la playa de Area Maior ralata la tensión sufrida
31 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.Anthony («todos me llaman Tony», aclara) Cryston Boulter, inglés de Poole, la hermosa ciudad medio hermanada con Fisterra a cuenta de su pirata Harry Paye, es un hombre tranquilo, agradable y serio de 60 años que ya tiene mucho mundo recorrido y una vida razonablemente tranquila. Fue detective de la Policía inglesa mucho tiempo, después hombre de negocios, le fue bien, vendió, compró dos barcos, uno sigue en el río Támesis, y con el otro, el de mar, el Abbie Louise, llegó a Malpica, sin querer, el jueves por la tarde, tras casi medio mes en el mar desde que partió de Gibraltar hacia Inglaterra, con intención de parar en A Coruña.
Pero, pese a toda esa serenidad, ayer seguía emocionado, incluso nervioso, al pensar en lo que le había pasado, y al describir la afortunada peripecia que lo llevó a varar en la playa de Area Maior, medio llena de bañistas, con gran expectación y final feliz. «Tuvimos mucha suerte y pudimos morir, si el barco se llega a hundir nos morimos». Su esposa, Nita, nada con dificultad. «Hoy por la mañana, cuando paseábamos por el puerto a las 06.00 de la mañana, lo pensábamos», recordaba ayer en el interior de su flamante yate de lujo de 18 metros, un poco contrariado porque sale sucio para las fotos. Una apreciación que al fotógrafo le parece interesante porque, pleno desconocedor de este tipo de barcos, todo parece en su sitio y en perfecto estado.
Tony, experto navegante con 24.000 millas náuticas a sus espaldas, que alquilaba el barco a turistas con posibles más como ocupación que por necesidad, muestra el agujero por el que entraba el agua «como un a fuente». Falló una válvula de cierre de la estrecha conducción que comunica con el mar, que no debería haber fallado, y menos con cinco años de vida que tiene el barco. Pero sí rompió. El agua comenzó a subir a gran rapidez, el achique no era posible, la costa estaba cerca y tomó la decisión de acercarse a toda velocidad para salvar las vidas y el barco. Primero enfiló hacia las Sisargas y, al ver la playa, tomó esta dirección. Lo de la velocidad no es un tema menor porque así lograba tener erguida la proa y evitaba que entrase más agua. «Era muy difícil hacer nada, el barco se movía mucho, oscilaba de un lado a otro, sin estabilidad», explica. ¿Y por qué no se dirigió hacia el puerto? «Porque no lo vi, solo vi la playa», responde. Con la sonda, iba controlando la profundidad. Al acercarse, cuando vio que era escasa y suficiente para evitar el peligro, paró máquinas, miró hacia donde no había bañistas, y allí se quedó el yate. Y empezó de inmediato todo el proceso de rescate y remolque.
Es en este punto donde Tony y su mujer se extiende para ensalzar y agradecer el trabajo de toda la gente de Malpica y de y los servicios de Salvamento, fuerzas de seguridad... «Gente atenta, amable, bondadosa, profesional... No tengo palabras. Desde que lancé el Mayday, los barcos de rescate y el helicóptero llegaron de inmediato. La colaboración en la playa fue estupenda. Los surfistas, los socorristas, extraordinarios. Llevé dos pequeños golpes en la cabeza y en un dedo y me atendieron en seguida. Todo el mundo se interesó por nosotros, también el alcalde, la gente del Ayuntamiento. Estoy muy contento con la gente de Malpica, es increíble», señala, también emocionado.
En Malpica seguirán unos días más. La compañía de seguros se hace cargo de todo, y la próxima semana inspeccionarán la nave antes de transportarla, en camión, a Inglaterra, al astillero en el que fue construido, vía ferri. Será su último viaje con él. «Voy a venderlo», anuncia.
La visita a Malpica no será la última. «Es un lugar especial, y vamos a volver», asegura, mirando al puerto.
rescate en malpica
Los tripulantes se deshacen en elogios a todas las personas que les ayudaron