«Me siento un poco Miliki»

Soledad Antón García
Soledad Antón VIGO / LA VOZ

FIRMAS

M. MORALEJO

Asegura que tiene un don para hacer reír, incluso cuando no lo pretende

22 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«¿Qué rincón elegir? ¡Tengo tantos!». Adolfo Maguna, el hombre que desde hace casi cuatro décadas da vida al payaso Popín y últimamente también al bufón Gossip, se decanta al final por el escenario de Castrelos. «Actuar en un lugar como ese te recarga de energía. Creo que no hay escenario de Vigo al que no me haya subido, pero Castrelos es especial», dice.

Pocos le reconocen sin maquillaje, pero no hay un vigués que no conozca a Popín. Los mayores porque llevaron mil y una veces a sus hijos a verle, los jóvenes porque disfrutaron con sus divertidos números cuando eran niños, y los más pequeños porque sigue siendo un personaje asiduo en fiestas cumpleaños, actividades escolares, programaciones de administraciones y entidades varias... «Lo cierto es que me siento un poco Miliki cuando me saludan por la calle hombres y mujeres hechos y derechos que me recuerdan lo bien que lo pasaron conmigo».

Adolfo Maguna llegó a Vigo un 3 de julio de hace 24 años de su Rosario (Argentina) natal. Venía huyendo de lo que se conoció como la época de los saqueos en el país austral, con inflaciones de hasta el 200 % mensual. El día que atemorizado por las revueltas se descubrió a sí mismo cerrando puertas y ventanas porque las balas volaban a tres metros de su casa decidió que aquello no era futuro para sus hijos -entonces tenía dos, luego llegaron cuatro más- e hizo la maleta. No tenía mucho que meter en ella, pero no olvidó su traje de payaso. «Popín y Popón, para reírse un montón», rezaba el lema del dúo que formaba con un amigo prácticamente desde el colegio.

Eligió Vigo porque se había casado con una viguesa. Explica que vino con una mano delante y otra detrás. Su suegra les adelantó el dinero de los pasajes, «que luego pagué con un crédito de Caixanova cuando aún era nuestra».

No le costó convertirse en un vigués más, «salvo por lo de los precios», dice. No le entraba en la cabeza que la barra de pan costara las mismas 60 pesetas el lunes, que el martes, que el jueves y hasta que el viernes de la semana siguiente. «Cada día le preguntaba a la dependienta ?cuánto cuesta?», dice.

Trabajó en una inmobiliaria, vendió fotocopiadoras, sirvió cervezas... Aquí nadie conocía sus habilidades interpretativas y tenía que ganarse la vida. Hasta que al fin una tienda de golosinas le dio la oportunidad de volver a ponerse el traje de payaso. Se metió al auditorio en el bolsillo y hasta hoy.

Dice tener un don para hacer reír, incluso cuando no lo pretende. De hecho, hizo sus pinitos en el teatro serio. Asistió a clases de interpretación pero, le tocara el papel que le tocara, Hamlet incluido, sus compañeros no paraban de reírse incluso desde antes de que abriera la boca. «El profesor se enfadaba», recuerda. En cambio Popín le sale sin el menor esfuerzo. Ahora se ha metido también en la piel del bufón Gossip. «Es para un publico adulto. Con él puedo sacar el otro yo, el que tiene un lenguaje más procaz y ameniza como nadie despedidas de soltero y otras fiestas para mayores», dice.