Desposorio espiritual en las Agustinas

Dolores Cela Castro
dolores cela LUGO / LA VOZ

FIRMAS

OSCAR CELA

Una joven guatemalteca firmó ayer los votos simples de castidad, obediencia y pobreza

03 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El convento de las Agustinas Recoletas vivió ayer una jornada festiva muy especial: la profesión religiosa de Micaela Portillo López, una joven guatemalteca, integrante de una familia católica numerosa. Firmó votos simples de castidad, obediencia y pobreza que la ligan durante los próximos tres años a la comunidad religiosa de clausura, después de otros tres como novicia. Lo hizo en un emotivo acto en la iglesia del monasterio de la plaza de Santo Domingo, ante las trece hermanas que comparten con ella la vida contemplativa, la presidenta federal de la orden para España y Filipinas, sor Eva María, seis sacerdotes y más de un centenar de fieles, en el transcurso de una misa solemne, que finalizó con aplausos.

Hacía 16 años que en el convento de las Agustinas no profesaba una religiosa. La última que lo hizo, sor Elena, acompañó a la hasta ayer novicia al altar, junto con la priora del convento, sor María Fernanda. Treinta y tres años antes lo hizo otra de las monjas veteranas, la hermana María Teresa, que cambió la agitada vida política -fue maestra y concejala en Meira- por la vida contemplativa.

Cambio de velo

La novicia salió de la zona de clausura del convento, camino del altar con un velo blanco, acompañada por seis sacerdotes, la última monja que hizo los votos y la priora. Regresó con el velo negro signo de la consagración a Cristo, característico del hábito de su orden religiosa y con una corona blanca de flores. La priora le entregó también un libro con las reglas de las Agustinas.

La congregación hizo coincidir los votos simples de la hasta ayer novicia con la festividad de la Candelaria, día de la vida consagrada en la comunidad católica.

Micaela Portillo participó activamente en su acto de profesión religiosa, tanto con cantos como con la lectura de un fragmento del Cantar de los Cantares.

Sor Micaela Portillo, que optó por dedicarse a la vida contemplativa en un convento de clausura, al igual que el resto de los miembros de la comunidad, solamente saldrá de sus muros cuando sea estrictamente necesario: una consulta médica o por hospitalización. A su familia -ninguno de su numerosos miembros pudo acompañarla en un día tan señalado, dadas las distancias- no podrá volver a abrazarla. Solamente podrán verla, en ocasiones especiales, y a través de rejas.

Cementerio propio

La comunidad religiosa, que se verá afectada por el Plan Urban, que contempla derribar unos alpendres de la parte trasera del monasterio, vive en un mundo propio, prácticamente al margen del exterior. Tampoco necesita mucho contacto porque en el convento disponen hasta de cementerio.

Para la comunidad agustina ayer fue una jornada muy especial que quiso compartir con un buen número de familiares y de personas que frecuentan el convento. Las religiosas tenían preparado un ágape para los invitados, a los que saludaron desde el otro lado de la reja. Esta separación no impidió que se estrecharan manos y que felicitaran a la ya exnovicia.

Los invitados, desde fuera y a través del torno de madera con el que la comunidad se comunica habitualmente con el mundo exterior, y en el que antaño era habitual que dejaran recién nacidos abandonados en los conventos, hicieron llegar algunos obsequios a la protagonista de la jornada.

La exnovicia estaba radiante, al igual que la priora, sor María Fernanda. La alegría de esta última era, en parte, porque dos días antes se incorporaron a la comunidad religiosa cuatro jóvenes, procedentes de Guatemala que también quieren ser monjas . La continuidad parece garantizada.

crónica nueva monja en el convento, después de 16 años