Solidaridad penada

FIRMAS

27 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

El hijo del Edmundo acaba de pasar la Navidad en prisión. Al toxicómano David Reboredo lo pillaron con 3 gramos de heroína en el 2006 y con 1 gramo en el 2009. Pero aquel David Reboredo de los 4 gramos ya no existe. En su lugar hay un hombre que ha vencido a la droga y que lleva 22 días en prisión. Por eso, casi 88.000 personas han firmado ya una campaña que pide su indulto. Pero el indulto no llega porque David no es ni un mosso d?Esquadra que torturó a una mujer ni la mano derecha de Emilio Botín que presentó una denuncia falsa. David es culpable de ser pobre. Cuando el Ministerio de Justicia denegó el indulto encarceló también a todas las entidades que se empeñan en que los drogadictos tengan otra vida, en que den la batalla hasta dejarse las cejas, si es preciso, por ganarse esa otra vida. Entidades, por cierto, que hacen el trabajo que el Estado no es capaz de hacer. Érguete, el Imán, Alborada, Comité Óscar Romero, Médicos del Mundo y muchas otras llevan en la cárcel 22 días.

El hombre en cuyas menos está proponer el indulto es un campeón de la defensa de los débiles. Alberto Ruiz Gallardón promueve también una reforma del Código Penal que contempla penas de hasta dos años de cárcel para quienes ayuden a un inmigrante irregular «a entrar en el territorio de otro Estado miembro [de la UE] o a transitar a través del mismo» (artículo 318 bis). Los simpapeles, recordarán, son esos señores que ya no tienen derecho a la asistencia sanitaria en España. Ahora, las mismas asociaciones que han conseguido que Reboredo tenga otra vida podrían acabar en la cárcel, en este caso literalmente, por creer que las personas merecen ser tratadas como si fueran personas. Revolucionario.

Antes la solidaridad merecía un aplauso social unánime. Ahora es más necesaria, pero está penada.

angel.paniagua@lavoz.es