Cien años alumbrando vidas

María Santalla VILAGARCÍA / LA VOZ

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MONICA IRAGO

Cerería Diéguez lleva un siglo surtiendo velas desde su fábrica cesureña

25 nov 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

CEREROS JOAQUÍN DIÉGUEZ QUINTAS

Su bisabuelo fue el primero que, hace unos cien años, decidió ganarse el pan haciendo velas y dando luz a las vidas de sus vecinos. Más tarde fue su abuelo, «un emprendedor» que pese a fabricar candelas no tuvo reparo en convertirse en uno de los socios fundadores de Fenosa, ni en explorar negocios como la droguería o la conserva. Más tarde, llegó su padre. Y, desde hace 24 años, Joaquín compone la cuarta generación de Cerería Diéguez, en Pontecesures. «Trabajé de mensajero y estudié para capataz agrícola y forestal, pero después me metí aquí y ya quedé, desde los 17 años. Siempre me gustó este pueblo», dice.

A pesar de que le gusta Pontecesures y de que aquí sigue manteniendo la fábrica, Joaquín trabaja a medio camino entre la localidad del Ulla y Pontevedra, donde Cerería Diéguez tiene una tienda. La empresa comenzó fabricando velas y jabones, pero un accidente hizo abandonar a su bisabuelo esta última ocupación. Desde entonces, los cirios han sido su ocupación, en un oficio que evoluciona lentamente, pero que no pierde su esencia artesanal.

«Intento variar un poco, crear cosas nuevas y evolucionar, pero lentamente. La idea es vivir manteniendo, no aspirar a una industria moderna, porque si no ya perdería la esencia. La idea es mantener lo que había, tanto en la fábrica como en la tienda». Por eso, aunque algunas máquinas han desaparecido, otras todavía continúan. Es el caso del espectacular noque, que llegó a la fábrica cuando se construyó, hace unos 75 años, la segunda y por ahora definitiva nave de Cerería Diéguez, y que todavía continúa plenamente operativo, realizando un peculiar proceso que consiste en formar la vela mediante capas sucesivas.

Evolución lenta en los procesos, y también en las formas y los usos, pero evolución al fin y al cabo. Durante muchas décadas, antes de que llegase la luz eléctrica, se utilizaban para alumbrar. Incluso después, porque la corriente tardaría todavía muchos años en garantizar un funcionamiento continuo. El uso religioso era, además del doméstico, el que garantizaba a los cereros que su trabajo tendría clientes. Hoy su mayor venta consiste en cirios para cementerios, pero la producción se ha diversificado y a las velas litúrgicas se suman las decorativas, para celebraciones, las esotéricas, exvotos, e incluso alguna figura artística. «Según lo que me pidan, tengo que ir creando. Esa es la motivación, cuando te piden algo diferente».

Aunque la venta de velas ha decrecido, y con la crisis mucho más, todavía quedan en la comarca algunas empresas que se dedican a ello. Casi todas ellas, una media docena, las comercializan a través de la venta ambulante, explica Joaquín. Cerería Diéguez no lo hace. Venden en su tienda de Pontevedra y también a muchas iglesias y a otros comercializadores. Con todo, a esta competencia tradicional se ha sumado otra en los últimos años. «Ahora todo viene de todos lados, se venden velas en cualquier esquinas». Quizás por ello las cererías han ido desapareciendo hasta convertirse en prácticamente testimoniales.