Una brisa de superación personal

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO NOIA / LA VOZ

FIRMAS

MARCOS CREO

La discapacidad de Adrián Escurís no impidió que, al igual que sus compañeros, aprendiese windsurf en cinco días

03 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Adrián Escurís se moja. Lo hizo desde pequeño y sigue haciéndolo ahora. Tanto en las playas de su pueblo natal, A Pobra, como en una piscina. En la vida su actitud no cambia. Es decidido y tiene voluntad para mejorar en cada uno de los retos que se le plantean. El último llegó flotando. Se trata del windsurf. Sobre la tabla se mueve como pez en el agua. Empezó hace un mes escaso en la playa que tiene justo en la puerta de casa. Al igual que sus compañeros, que son sus dos hermanos mellizos, Alejandro y Jacobo, empezó de cero, siendo la única diferencia, que no barrera, que Adrián nació con síndrome de Down.

A los cinco días, los tres jóvenes Escurís ya se manejaban con la mínima soltura como para moverse por su cuenta sobre la tabla. Eso sí, siempre bajo la atenta mirada de su monitor, Salva. Fue precisamente la familia la que propuso a Adrián participar durante el mes de agosto en este curso deportivo. Para ellos, la discapacidad de Adrián es un hecho, pero nunca ha sido un obstáculo. Sus padres, abuelos o padrinos siempre pensaron así. Prueba de ello es que este joven de 15 años ya sabía nadar con apenas 14 meses gracias a su padre, José Carlos, que lo instruyó en una piscina.

«El mar, para él, es de lo mejor que hay en la vida. Siempre se sintió muy bien dentro del agua, ya sea nadando o dando volteretas. Ahora, con la práctica del windsurf, está más tranquilo, en parte por el cansancio físico que le produce salir a navegar una hora diaria», reconoce su progenitor. De espalda ancha y fibrosa, el físico de Adrián evidencia que el deporte, efectivamente, ha formado parte de su vida. Ahora, sobre la tabla y con la vela en las manos, se siente motivado cada vez que el viento lo lleva, y él, como no podía ser de otra manera, se deja llevar: «No tenía nociones de vela, ninguna, aprendió todo en pocos días, a cazar el viento, mantener el equilibrio y de paso a seguir estando en forma», reconoce su monitor.

Motivado

Adrián es un joven que te gana en pocos minutos. Es sincero. Sus preguntas (al periodista) son directas, y transmite algo que solo tienen las buenas personas. Su padre reconoce que «siempre ha sido un niño tranquilo», pero que su iniciación al windsurf no ha hecho más que enriquecer su carácter. «Anímicamente le sienta bien. Le motiva ver que él solo puede hacerlo, que no necesita a nadie, que está a la misma altura que sus hermanos o compañeros. Se siente libre y eso es muy bueno».

Buena parte de culpa de todos estos progresos la tiene Salva, que desde la orilla pule la técnica sobre la tabla de Adrián. El cariño que ambos se tienen es cristalino. «Es un ejemplo de superación, de ganas de aprender cada día más. El windsurf se le da bien y aún tiene mucho margen de mejora», explica su monitor y amigo. Sobre esto, Adrián se muestra decidido y no se arruga. «Quiero mejorar hasta ser un profesional», confiesa: «Me gustaría seguir y tener mi propia tabla». Este deseo está en mente de sus padres, que quizás regalen una tabla a sus tres hijos para que puedan seguir disfrutando de ese paraíso en forma de ría que tienen frente a la puerta de su casa. Pero mientras eso no llega, y el próximo verano no llame a la puerta, Adrián lo tiene claro: «Les voy a ganar a las olas y al viento para participar en unas olimpiadas».

«Le motiva ver que puede hacerlo él solo. Se siente libre, y eso es bueno»