Héroes de sal en el mar de Arousa

FIRMAS

Nacho Mirás

El programa Pescanatur ofrece la posibilidad de ser marineros por un día

25 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Cinco y media de la madrugada. El mar todavía no está puesto en la ría de Arousa, que parece una gigantesca explanada de asfalto. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. El programa de turismo marinero Pescanatur, promovido por las cofradías de pescadores San Martiño de O Grove, San Telmo de Pontevedra y San Xosé de Cangas, permite ponerse en la piel de un marinero por 40 euros por persona. Es una de las propuestas de ocio más instructivas en las que uno pueda invertir, una manera de aprender a valorar el esfuerzo nunca bien reconocido de las mujeres y los hombres del mar.

Vamos a las órdenes de Paco Iglesias, patrón del Vendaval, un pesquero tipo racú de enérgico nombre, costillaje de carballo y topes de pino blanco con algo más de trece metros de eslora total. La tripulación la completan el grovense José Lorenzo, de 54 años; el marroquí Mohamed, de 34; y el peruano Mario Mariano Laines, de 61. Como mirones vamos otros cuatro: Rosa, de Barcelona; Julián y su hijo Jacobo, de 12 años, vigueses residentes en Madrid; y el único que acabará abonando el mar con su desayuno pese a ir puesto hasta arriba de Biodramina: un servidor.

«Pescadilla, faneca, xarda... o que caia», explica Paco sobre el fondo sonoro del motor diésel. Navegamos con la luz de proa apagada. Pero la noche no nos confunde porque los dos radares de a bordo saben bien que no todas las bateas son pardas. Hay vientos del suroeste de fuerza 4-5; esto se va a mover.

El Vendaval va equipado con betas, un arte de pesca de enmalle de un solo paño. La red, de dos kilómetros y medio de largo por tres de ancho, va al fondo y levanta en el mar de Arousa un muro de la muerte. Hay que largarlo antes de que salga el sol y el mundo submarino se encienda. «El precio del pescado es como la prima de riesgo, un día sube, otro baja, pero sobre todo baja», dice Paco mientras gobierna el timón. El patrón hace unos comentarios sobre la situación económica llenos de realidad y sentido común, fruto de la experiencia de un trabajador que, en un día bueno, puede arrancarle al mar, como mucho, doscientos kilos de pescado; hoy no será ese día. Según avance la jornada, el mar se irá cabreando con los que se empeñan en peinarlo y apenas dejará escapar una limosna a la superficie.