El príncipe David

Diego Pérez Fernández
Diego Pérez CONTRAPUNTO

FIRMAS

22 ago 2012 . Actualizado a las 11:30 h.

Ahora que los políticos han dejado de colgarse las medallas para salir en la foto al lado de los olímpicos, quizás convenga alguna reflexión al respecto. Ahora que ha pasado el furor patrio por sumar metales y, con la Liga de fútbol de vuelta, ningún informativo de televisión volverá a ocuparse de los deportes minoritarios hasta Brasil 2016, quizás merezca la pena reclamar algo más que el reconocimiento efímero para un chaval de Cangas llamado David Cal.

Los Príncipe de Asturias pasan por ser los premios más prestigiosos de cuantos se conceden en España (con permiso del Cervantes, que no volvió a ser el mismo desde que se lo dieron a Cela después de que el escritor de Iria Flavia denunciase que estaba lleno de mierda). ¿Por qué no otorgarle el de los Deportes al deportista más laureado de la historia de este país? No todos los que lo han ganado son indiscutibles mitos mundiales. En la lista están El Guerrouj, Navratilova y Schumacher, de acuerdo, pero también figuran otros como el equipo español de maratón, Arantxa Sánchez Vicario y Fernando Alonso.

Subir al podio en tres juegos consecutivos debería ser una hazaña más que suficiente. Pero aquí, por desgracia, confluyen varias circunstancias. Entre otras, que estamos hablando de un pobre piragüista y que los propios gallegos, quienes más orgullosos tendríamos que estar y quienes deberíamos promover su candidatura, no le damos el valor que merece. Prueba irrefutable de ello es que el presidente de la Xunta haya preferido rentabilizar electoralmente el fichaje de Cal (haciéndole un flaco favor) y darle la medalla Castelao (haciendo tontos equilibrios entre norte y sur) a Míchel Salgado y Arsenio Iglesias. Con todos mis respetos...

diego.perez@lavoz.es