Todo el mundo sabe que el cinturón te puede salvar la vida al volante. ¿Todo el mundo? Los voluntarios de Stop Accidentes están ahí para recordárselo a la gente
04 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.Coche pequeño, cuatro adultos y un niño en una sillita. Los de la parte de atrás no llevan el cinturón: «No es obligatorio», dicen. Pero sí lo es. Jeanne Piccard, responsable de Stop Accidentes en Galicia se lo pone clarito: «El niño va bien protegido, pero vosotros no. Si sufrís un accidente, tal vez el niño sobreviva, pero ¿quién lo cuidará a él?». Así es Jeanne, áspera como una madre que te lleva por el buen camino; sin concesiones en el debate. El coche sale de la gasolinera con todos los cinturones anclados. Repostaron combustible y conciencia.
Es posible que la breve conversación haya dejado su fruto. Quizás no. Pero Stop Accidentes no se rinde: «Sabemos que esto es un granito de arena». Pero también saben que con granitos se llenan sacos. Durante unas horas, y en colaboración con la Fundación Repsol, varios miembros de Stop Accidentes intentaron concienciar a los conductores que paraban a repostar de que lo importante de las vacaciones es, sobre todo, regresar.
El ambiente a primera hora no era muy alentador. La estación de servicio lucía ya con varios coches inmovilizados tras dos horas de control de alcoholemia en la salida de Alfonso Molina. Cayeron como moscas. Al menos cuatro de ellos, con niveles de alcohol delictivos. Ahí, casi con toda seguridad, se evitaron algunos accidentes, quizás se salvó alguna vida.
Mientras, los voluntarios preguntan a los conductores si han revisado sus neumáticos, si usan el cinturón. Todos dicen que sí, que sí. Muy rápido. Tienen prisa. Cogen los objetos de regalo, los folletos con recomendaciones y se los dan al copiloto, mientras ellos van rápido a pagar. El mensaje empieza a prender.
Cuando la cosa se atraviesa, Jeanne entra en escena. Como ahora, cuando otro grupo de pasajeros viajan sin cinturón. El conductor dice que no puede obligarlos, pero que él sí lo lleva: «Yo no me voy a matar». La respuesta lo deja pensativo: «Tal vez te mate el que va detrás de ti si no se abrocha el cinturón».
Cuando se va, todos llevan el cinturón menos él: «¡El cinturón, el cinturón!», le grita Jeanne.
-¡Lo llevo puesto en el pantalón!
Pero solo es una broma. Antes de incorporarse al tráfico, ya se lo ha colocado.
Así va transcurriendo la mañana, con algunos lugares comunes que se repiten: las mujeres escuchan más que los hombres; la gente no atiende hasta que se da cuenta de que no se le está vendiendo nada; cuanto mejor es el coche, menos receptivo es el conductor. Jeanne me hace una demostración: llega un deportivo descapotable del que sale un conductor acorde con el coche:
-¿Respeta los límites de velocidad?
-Sí... mmmm.... aunque no estoy muy de acuerdo. Sobre todo en las autopistas.
-Pero la velocidad es un peligro. Con una distracción....
-Con una distracción también te matas a 80.
-Pero a 120 se va más relajado.
-Eso es verdad, relajado sí que vas.
La charla se agota cordialmente sin acuerdo. Jeanne, madre coraje, que perdió un hijo en el asfalto y ha dedicado el resto de su vida a intentar que nadie volviera a pasar por eso, se encoge de hombros. Harán falta más granitos de arena para frenar al descapotable: «La mayoría cumplen. Ya lo ves aquí. Pero hay una minoría que no. Ese es el peligro». Recuérdelo durante estas vacaciones. No se convierta en un peligro.