Los turistas, desconcertados al no poder acceder al monumento

La Voz

FIRMAS

15 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Era el último día en el que la torre de Hércules tendría que estar abierta al público antes de las obras, pero nadie pudo entrar. Igual que en las jornadas pasadas, los empleados advertían a quienes se acercaban a ella que permanecía cerrada al público. La protesta de los dos sindicalistas que llevan encerrados en lo alto del faro es el motivo.

Y los pocos turistas que merodeaban la zona no entendían nada. «Ah, ¿por eso hay ahí ese crespón negro colgando?», preguntaba Jose Luis, un madrileño, sin poder quitar de la cara el gesto de incredulidad. «¿Y no podemos entrar nosotros igual, aunque estén ellos arriba haciendo su protesta? Es que vienes hasta aquí y subes toda esa rampa con la intención de ver esto y no te lo esperas. La verdad es que da bastante rabia estar aquí y no poder entrar», lamentaba.

Otros no venían ex profeso para ver la Torre, pero, ya de paso, aprovecharon para acercarse hasta ella. La asturiana Natalia Fernández acudía con su marido y su hijo, para ver residencias de estudiantes. «Va a estudiar aquí Arquitectura el próximo año y estamos echando un vistazo a la ciudad y a los diferentes tipos de alojamiento para el chaval», comentaba sin poder ocultar el fastidio por no poder acceder al faro: «Ahora teníamos unas horas libres y veníamos a ver el monumento que todos nos recomendaron. Pero llegamos y está cerrada. La verdad es que es un chasco».

Su marido se lo tomaba con filosofía: «Creo que ahora nos quedan muchas visitas a esta ciudad», se reía. «Mañana nos volvemos a casa, pero habrá que pasarse por aquí otras veces». De Asturias también procedían María del Mar Ramos y José Luis Álvarez. «Es que este faro lo estudié en el colegio cuando era pequeña y me hacía ilusión verlo por dentro», explicaba la primera. «Se ve que está muy bien conservado, que se cuidó mucho», añadía él. Pero los dos volverán a su tierra sin conocer el interior del monumento patrimonio de la humanidad.

«Otra vez será», comentaba resignado José Luis, que tenía una duda merodeando por la cabeza: «¿Cómo se llama al barco que encalló aquí hace unos años?». Se refería al Mar Egeo. Solventada, le explicaba el suceso a su pareja.