Forestal Cando, medio siglo sacando madera de los montes de Ferrolterra
SAN SADURNIÑO

Vicente Pena, vecino de San Sadurniño, empezó a comprar madera en los años 70, y hoy sus hijos y dos nietos gestionan la empresa, entre las más pujantes de Ferrolterra. La facturación rondó los diez millones en el 2024
27 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Forestal Cando cumple este año tres décadas, pero el origen se remonta a los años 70 del siglo pasado, cuando Vicente Pena, originario de Igrexafeita, en San Sadurniño, empezó a comprar madera. Con apenas 18 años había entrado en el aserradero de Picos, y con 21, a comienzos de los 60, ya casado, compró un tractor «para dedicarse ás labores agrícolas, porque daquela na zona case non había maquinaria», recuerda su hijo mayor, Alfonso Pena Tembrás, de 67 años. «Non daba feito e tiña un chofer; así, un traballaba de día e o outro, pola noite», cuenta.
Pero a mediados de la década siguiente, con cada vez más tractores en Ferrolterra, la demanda se redujo y optó por complementar el campo con la actividad forestal. «E xa nos 80 abandonou a labranza para substituíla na totalidade polo forestal», explica el primogénito, que dejó los estudios de ingeniero agrónomo con 19 años para integrarse en la empresa familiar. Poco después se incorporó su hermano, Saturnino, cuatro años más joven, y pasó de llamarse Vicente Pena a Maderas Pena. «Meu pai tivo alugados uns serradoiros, o primeiro en Xuvia, na estrada de Neda, e logo outro, de Soto de Fontela, en Naraío (San Sadurniño). Daquela chegou a ter un almacén propio en San Hilario, en Girona; levaba a madeira de aquí, en camións que se cargaban todas as semanas con táboa de pino, e desde alí distribuíase a carpinterías», repasa Alfonso. Una enfermedad diagnosticada a los 50 años truncó la carrera de este hombre, «emprendedor nato e moi traballador», que pereció hace 20 años, a los 65. Prescindió de los aserraderos y vendió el almacén catalán. Y en 1995 ya había constituido la firma Forestal Cando y también Transportes Pena, hoy Transpena.
La segunda generación añadió el trabajo de rematantes. «Continuamos coa compra de madeira en pé a propietarios (aos que lles pagamos directamente, aínda que a xestión se faga a través dalgunha asociación), cortámola, retirámola, cargámola nos camións e transportámola aos parques das fábricas», describe Alfonso. Operan, sobre todo, en los concellos más cercanos a San Sadurniño —Cedeira, Cerdido, As Somozas, Valdoviño o Narón—, aunque «entre Betanzos e O Vicedo, pódese ir a calquera sitio».
En el caso del eucalipto, mayoritario, su principal cliente, «por cercanía», es Ence, aunque también venden a Torraspapel —«por tren ou por estrada»— o a compañías portuguesas, «en especial, Navigator». El pino va a serrerías cercanas como Maderas Regueiro, en Campolongo (Pontedeume), o Maderas Cajaraville, en Teo; «e as madeiras de trituración, puntais e leñas que van para fabricar taboleiro, a Intasa (Grupo Tojeiro, San Sadurniño)». Esta planta se encuentra a pocos metros de la sede de Forestal Cando, que adquirió, hace 15 años, las instalaciones de la desaparecida conservera de pescado El Cisne. Su intención inicial era montar allí las oficinas, almacenar herramientas y maquinaria, y guardar los camiones. Pero con cuatro mil metros cuadrados a cubierto, con varias secciones, acabaron arrendando naves a nueve autónomos de diversos sectores, «desde mecánica e chapa e pintura, a albanelería ou carpintería... un mini polígono industrial».
Quince mil toneladas al mes
Forestal Cando, que en el 2024 facturó 9,7 millones de euros, lleva dos décadas creciendo sin parar. Mueve alrededor de quince mil toneladas de madera al mes. La plantilla —cuatro de la familia, dos más en oficinas, cuatro conductores de camión y cuatro operarios de monte— no refleja estas cifras, «porque case todo se subcontrata», explica Alfonso, propietario de la firma, junto a su hermano. «Agora mesmo hai cinco procesadoras de fóra. Desde el 2009 externalizamos todo a empresas de servizos (nós facemos a xestión), salvo o transporte, aínda que os nosos non dan feito», añade.
El relevo está garantizado. Raquel, una de las hijas de Alfonso, y Rubén, hijo de Saturnino, son los administradores de la compañía. «As cousas non se poñen fáciles para a xeración que vén; nós axudamos a construílo e eles teñen que aguantalo», razona. Reconoce su preocupación por la moratoria del eucalipto —«en Galicia hai cantidade de familias que viven desta especie, directa ou indirectamente»— y critica la obligación de cortar las franjas alrededor de aquellos núcleos rurales que llevan años abandonados —«é un atropelo a propiedades que non van producir nada»—.
Este empresario advierte, además, de los problemas para encontrar mano de obra: «Viñeron de Portugal, Romanía, Ecuador, Marrocos... e máis que houbera [...]. Cando se cargaban os camións á man, catro homes necesitaban unha mañá. Hoxe, un operario cunha grúa faino en dúas horas. Aínda así, non chegan».