«Fue un placer tocar en Ortigueira»

ana f. cuba ORTIGUEIRA

ORTIGUEIRA

CEDIDA

Carla Carrel  nació en Suiza, de donde es su padre, y viaja cada año a Senra, la tierra de su madre

25 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Carla Carrel (Ginebra, 20 años), de madre ortegana y padre suizo, siente Ortigueira como su pueblo. «Ortigueira siempre fue y será como mi segunda tierra. Si debo definirla con palabras, serían cultura y tradición, música, magia, paisajes y buena gastronomía. La gente es muy acogedora», comenta desde la capital de Suiza, donde reside con su familia, pocas semanas después de visitar la parroquia de Senra, adonde acude cada verano. Esta joven violinista afronta un momento vital «muy importante en lo profesional», a punto de entrar en la universidad para cursar un grado y un máster, durante cinco años, en música y movimiento. Compaginará los estudios con los conciertos a lo largo de todo el año.

-¿Cómo ha sido su trayectoria musical hasta ahora?

-Empecé a estudiar piano de manera privada en 2004 y en 2006 entré en el instituto Jacques Dalcroze, donde estuve hasta 2015, cuando me cambié al Conservatorio Popular, hasta hoy. En septiembre me integraré en la Haute Ecole de Musique de Genève, a la que se accede por concurso (en función de los méritos académicos y el currículo).

-¿Qué proyectos musicales tiene por delante?

-En Navidad daré un concierto en Ginebra y tengo que preparar otro para Ortigueira, en julio de 2020. Estos cinco años que me esperan en la universidad los voy a disfrutar, para aprender lo máximo posible y estar lista para empezar mi vida profesional de adulta. Nunca se acaba de aprender en la vida, siempre tendré la magia de ser una estudiante, a pesar de que consiga un diploma de profesora de música y rítmica. Mi futuro profesional lo veo en una escuela de música con niños, y si puedo continuar viajando para hacer conciertos lo haré. He estado en América, China, Vietnam, Inglaterra, Bélgica, Italia y algún país más.

-Y creo que también ha actuado en Ortigueira.

-Sí, en 2015 actué en el concello de Ortigueira durante la celebración de una boda. Pude, por una parte, vivir la magia del sitio, un antiguo convento restaurado con gusto y respeto por la arquitectura. Y, por otra parte, pude conocer al alcalde, una persona de gran sensibilidad. Durante la ceremonia se creó una comunión entre los participantes y mi interpretación. En 2017 actué en la iglesia parroquial de Santa Marta de Ortigueira durante las fiestas patronales. Fue una experiencia muy intensa, sobre todo porque era un día muy importante para el pueblo y también para mí. Fue un placer compartir mi música con el maravilloso coro de Ortigueira. En resumen, guardo excelentes recuerdos musicales y humanos de aquel día.

-¿Qué representa para usted la música?

-Para mí, la música es una manera de poder decir cosas, de poder comunicarme con una persona cuando no hay palabras. Es un lenguaje, casi un idioma. Se pueden transmitir muchas emociones a través de la música.

-¿Por qué se decantó por el violín?

-El violín es un instrumento muy delicado por su forma de tocar y por la manera de aprender. Hay que tener paciencia para que un sonido se forme como queremos. Siempre ha sido como el mejor amigo para mí. Nunca me dejará; si estoy enfadada un día, nunca me estará criticando. Es más que un instrumento, es como un bebé al que cuido y cuidaré desde su nacimiento hasta el infinito. Para mí, un instrumento nunca muere, porque el alma nunca se muere.

-¿Qué la motiva para querer dedicarse profesionalmente a la docencia?

-Quiero dedicarme a la formación de niños, sobre todo porque siempre podré recordar el día en que yo empecé a hacer música. Son buenos recuerdos, un poco de nostalgia... Siempre tendré esta magia en mí, de poder transmitir mis conocimientos de la música a los niños. Tengo mucha paciencia y ver los ojos de un niño con estrellas por dentro es lo más importante para mí.