El procesado siempre dijo que su intención nunca fue la de matar
09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Llegados a la tercera sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial contra el patriarca gitano Manuel Salazar Camacho, de 73 años y más conocido como el Moracho, llegó el turno de los policías que investigaron el caso. Tras repasar decenas de veces el vídeo que recoge la trifulca que terminó con la muerte de Jesús Rivero Conchado, el Algarrobo, los agentes vieron que un grupo llevó casi en volandas al fallecido a los pies del acusado. Lo que no se puede precisar es si el navajazo fue en defensa propia o un ataque premeditado y organizado por algunos de los presentes en aquel cumpleaños celebrado en marzo del año pasado en un conocido restaurante ferrolano.
El procesado siempre dijo que su intención nunca fue la de matar. Explicó en la primera sesión del juicio que durante la reyerta varias personas se le echaron encima, que ya había sido agredido con anterioridad y por eso sostenía una navaja en la mano, a modo de defensa. Y en el forcejeo, el filo terminó en el cuerpo de la víctima.
Su defensa solicita que la condena que le impongan a su cliente no sea por homicidio, sino por unas lesiones con ánimo de dañar que acaban con un resultado inesperado de muerte, una figura que se conoce como homicidio preterintencional. En todo caso, pide una pena máxima de prisión de cinco años, que podría reducirse si el jurado considera que concurre la eximente completa de defensa propia.
Sin embargo, según la Fiscalía, en el transcurso de la pelea, la víctima fue desplazada por la multitud hasta colocarse frente al acusado, momento en que éste, «guiado del ánimo de acabar con su vida, lo apuñaló, clavándole una navaja en el lazo izquierdo del pecho».
Tras el apuñalamiento, la víctima, «solo o con ayuda de una tercera persona, salió por su propio pie del restaurante, y se desplazó hasta la acera situada enfrente del local, donde fue recogido por un vehículo que lo trasladó hasta el hospital, donde poco después falleció.
El acusado es el patriarca de un campamento del mismo nombre que su apodo situado en las proximidades del Polígono Industrial de Río do Pozo, en Narón. Es un viejo conocido de la Policía ferrolana, pues en su historial delictivo figuran varias detenciones relacionadas con el tráfico de drogas.