Sentarse donde lo hacía el último rey «mouro»

cristóbal ramírez

MOECHE

Imagen de la fuente de San Paio
Imagen de la fuente de San Paio Cristóbal Ramírez

Un paseo de Moeche a A Seara, siguiendo «A ruta dos catro castelos»

02 oct 2020 . Actualizado a las 15:06 h.

El paisaje es verde y grato. Acogedor. Así puede definirse a lo largo del itinerario que hace 23 años describía el libro A ruta dos catro castelos, y que comenzaba en el castillo de Moeche. De allí iba al pico Ferreira, y desde este descendía a la aldea de Bidueiro primero y a Seara después. Tierras del municipio de San Sadurniño. A Seara se extiende a ambos lados de una carretera muy ancha y en perfecto estado. Impecable. Ante los ojos queda un palco de música que no se ha tocado desde hace dos decenios. La imponente iglesia de San Paio, con su crucero de poco valor, continúa en su sitio esperando. El suelo del templo es un viejo cementerio, y los mayores del lugar recuerdan que en una ocasión hubo que levantarlo y aparecieron huesos humanos. Nadie informa de qué pasó con ellos. «Estaban en lugar sagrado», se limita a decir un vecino. Por cierto, que la cercana casa de Saladina, la amable mujer que guardaba las llaves de la iglesia, tiene cerrado todo su piso bajo. El tiempo pasa.

Tras el descanso, a subir por la carretera. Rápidamente queda a la izquierda el asfalto viejo, una curva que ha sido eliminada en aras del progreso. Y allí permanecen, olvidados, un crucero del siglo XIX, la más que notable fuente de San Paio (sus dos caños ya no echan agua) y la casa abandonada con perennes aires de misterio.

El descenso a la derecha algo más adelante, a casi 600 metros, está ahora muy bien señalizado. Con fuerte pendiente se llega a Postigo y luego al arroyo Pequeño. En el libro que sirve de guía a estas líneas figura que nada más cruzar la corriente hay que desviarse a la izquierda y caminar 2,5 km en paralelo a la corriente.

Tal posibilidad sigue existiendo, pero hace años que nadie anda por ahí, de manera que resulta dificultoso: la vegetación ha ido cerrando el paso. Si el espíritu aventurero está bajo mínimos, la recomendación es coger medio centenar de metros antes de ese río, también a la izquierda, una pista asfaltada que sube hasta lo más alto y se encuentra con la anterior.

En cualquier caso, cuando se está justo debajo de la línea de alta tensión hay que dejar coche o bicicleta y caminar 300 metros -más incómodos al principio, luego todo es tojo bajo- para llegar a la Pena do Rei Mouro. O sea, un bloque granítico con un pequeño agujero que no es desgaste de la lluvia, qué va, sino que es el lugar donde se sentaba el rey de los mouros que vivían en aquellas altas tierras. Inovlidable.

LA AVENTURA

Explorar la casa abandonada al lado de la fuente San Paio (no para los menores).

EL DESAFÍO

Subir desde el río Pequeno por el camino de tierra.

LA FOTO MÁS PERSONAL

Sentado en el trono granítico de la Pena do Rei Mouro.

EL PASADO

La zona fue rica: lo demuestra la iglesia, los dos cruceros y la fuente monumental.