Ferrolanos

Beatriz García Couce
Beatriz Couce EN LA GRADA

FERROL CIUDAD

22 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con nuestra ciudad, a los ferrolanos nos pasa una cosa parecida que con los hermanos pequeños. Los queremos pero también nos fastidian a menudo y nosotros podemos verles todos los defectos del mundo, pero como venga alguien a criticárnoslo, enseñamos las uñas. El cierre de la tienda de Zara en la ciudad, con la que desembarcó Inditex hace treinta años en el corazón de A Magdalena, ha vuelto a dejarnos el sabor regusto de vivir en una ciudad castigada. Otro golpe a nuestra autoestima. Otra bajada de persiana más en un núcleo urbano despoblado y envejecido, en el que -sí, por mucho que nos fastidie es así- muchos días a las ocho y media de la tarde suena el toque de queda imaginario y parece una ciudad fantasma.

La amenaza de cierre puso de nuevo el foco sobre la crisis de esta ciudad. Corrieron de nuevo ríos de tinta y el fantasma del Ferrol-Detroit volvió a extenderse. A los ferrolanos nos han enseñado la cara que menos nos gusta de nuestra ciudad y claro que tiene otra bonita, pero no por ello podemos cerrar los ojos a la realidad.

Indudablemente lo sucedido es un golpe económico y social, pero el Zara cerró y el mundo tampoco se detuvo. Como tampoco lo hizo en el resto de las ciudades en las que Inditex ha abandonado los cascos históricos, porque esa es una estrategia global, y no una receta aplicada únicamente en la urbe naval.

La tienda cerró pero aquí siguen los otros problemas de fondo de esta ciudad: la falta de trabajo, el principal, la sangría demográfica, el monocultivo industrial, el envejecimiento. Sigue habiendo mucho trabajo por delante.