El BNG manda en Ferrol. Con dos concejales. Solo hay que ver lo sucedido en el pleno de ayer para constatar esta realidad. Una realidad que, por cierto, el portavoz de la formación nacionalista, Iván Rivas, ya puso sobre la mesa en la propia toma de investidura del alcalde. Ningún cheque en blanco. Todo lo contrario. De hecho, su oposición es dura. Tanto o más que la del PP.
Así las cosas, hay que empezar a hacer cuentas. Los concejales de Ferrol en Común y PSOE no son suficientes. Sin más. Se pueden lanzar muchas propuestas. Se pueden hacer muchos anuncios. Pero cuando toca ratificar, cuando toca alzar las manos en el pleno, a mirar a los dos ediles nacionalistas. A ver si levantan la mano. O no.
Más allá de siglas, el hecho es que, tal y como está el patio, la gobernabilidad de Ferrol es precaria. Mucho. Porque a esa dependencia de los nacionalistas hay que sumar la necesidad de acuerdos previos entre FeC y PSOE. Y esto no ha hecho más que empezar.
Es sencillo repartir culpas a diestro y siniestro. Buscar manos negras que acosan y derriban un ¿proyecto? político. Gestionar es otra cosa. Más compleja, seguro. Y enrevesada cuando las sumas no dan.
Pero, insisto, la gobernabilidad en Ferrol es precaria. Le pese a quien le pese. Y ese debate ya está en la calle. Porque al final es la calle -los votantes de todos los partidos que concurrieron a las elecciones y los que se quedaron en su casa- los que se beneficiarán o no de las liortas en el salón de plenos. Allí donde, a día de hoy, manda el BNG.