El superpoder del cedeirés Manuel Armada, el artista del hierro reciclado: «Hai que ter a idea e saber combinar»

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

CEDEIRA

Manuel sostiene una pareja montada con las dos hojas de unas tijeras, en la exposición abierta en el Museo Mares de Cedeira
Manuel sostiene una pareja montada con las dos hojas de unas tijeras, en la exposición abierta en el Museo Mares de Cedeira I. F.

Este mecánico jubilado muestra en el museo Mares de Cedeira más de cien piezas hechas de tenazas, tijeras, clavos o herraduras

09 sep 2024 . Actualizado a las 16:52 h.

A Manuel Armada Santalla le vale casi todo, con tal de que sea de hierro y usado, para dar forma a sus ideas. Este mecánico de automóviles, ya jubilado, nació en la parroquia de San Román en 1964. Recuerda que de niño fabricó un helicóptero de palillos para un trabajo escolar y reconoce que siempre ha sido un manitas. Después de ver la exposición abierta en el Museo Mares de Cedeira, nadie dudará de su creatividad y destreza manual. Todo empezó en junio de 2022: «Un día, facendo limpeza polo taller da casa, vin catro ferros tirados por alí e pensei que se podían compaxinar. Hai que buscarlles unha forma, se non mándanse para a chatarra ou van quedar aí».

Y es que Manuel tiene un superpoder, que consiste en imaginar figuras a partir de herramientas y otras piezas de hierro usadas. Donde la mayoría ve unas tijeras, él atisba una pareja de enamorados; un martillo le sirve de hocico a un perro, cuyas patas delanteras son, en realidad, una herradura, igual que la cola (y el cuerpo, un silentblock del motor de un automóvil); con unas tenazas diseña un bailarín en movimiento; y unas arandelas le valen de ruedas para las bicicletas sobre las que pedalean unas puntas (y quien lo observa ve un pelotón de La Vuelta).

Este hombre de gesto afable y voz pausada es capaz de hacer ver erotismo en un tornillo persiguiendo a una tuerca o algo sensual en los brazos de una tenaza, enlazados por unos aros. Son algunas de las piezas expuestas en el apartado Amor y fantasía, como él mismo lo ha denominado, y donde una azada se convierte en el cuerpo de una mujer; los candados parecen bolsos de diseño; la cabeza de un martillo dirige desde el atril a tres coristas (clavos de cabeza plana forjados); y dos viejos martillos que usaba su padre para afilar la guadaña son ahora una sólida pareja.

Puntas, tuercas y tornillos

«O quid da cuestión está en ver o que se pode facer. Din que son cousas sinxelas, aos velas feitas, e algúns non lles dan mérito e preguntan para que quero isto», comenta el autor de más de un centenar de piezas, las que se muestran en el museo, más una veintena que guarda en casa y las que sigue haciendo, casi a diario. En el expositor reservado a los deportes, aparte de los ciclistas, hay dos atletas a punto de cruzar la meta, que Manuel ideó a partir de dos grifos antiguos; y un joven hecho de puntas y una tuerca que se ejercita en el gimnasio levantando un rodamiento.

Para algunas cabezas emplea rótulas de dirección de coches. En el espacio dedicado a los animales, luce la tortuga creada a partir de herraduras de caballos, igual que el búho (los ojos son dos tuercas) o la gallina. «As ferraduras viñeron de Sevilla, aquí agora hai poucos ferreiros que ferren cabalos. Pedín un lote en Mil Anuncios. Cando vou gastando o que teño, o resto pídoo por internet», explica. A todo le ve utilidad a la hora de montar sus obras, desde un pico a un gancho de un radón de un tractor. En una llave inglesa, Manuel descubre un saltamontes; en unas trócolas, unos patos; en un rastrillo partido a la mitad, un ciempiés; en unas cucharas, las orejas de un toro; en unos pasadores de tractor, una robusta velutina; y en un piñón de una correa de distribución, un simpático caracol.

«Todo é de ferro, vernizado e lacado para que non se oxide. E as bases nas que van as figuras son recortes de chapas que lles sobran nalgún almacén en Ferrol», indica. Las bisagras le dan mucho juego y funcionan tanto de parabrisas como para plegar la capota de un coche antiguo, una de las joyas de esta exposición, junto a la moto, una de las piezas «que teñen máis traballo, por todos os detalles», destaca. Las ruedas son rodamientos y tiene hasta matrícula. «Pero á xente gústalle máis a Vespa, que é unha chapa dobrada», apunta.

Los cascos de los dos veleros (uno en plena navegación) son picos de construcción; la vieja apisonadora «foi feita cunha buxía pequena, moi sinxela»; y hay otra moto que un día fue un gancho, que simula incluso el depósito de combustible. Se atreve con todo, hasta con Michel Jackson (a partir de tubos cuadrados cortados, que perfilan la silueta); el Quijote, hecho de hojalata; Cervantes, en su escritorio, con una bisagra, una tuerca de tintero, un tornillo por cabeza y un alambre de bigote; o la figura más admirada de la exposición, una menina.

«Para as meninas fago un molde de cartón e despois vou cortando tiras de ferro, é moi complicado —desvela—, o pelo son os remates dun pasamáns, unha bola partida á metade». Hay mucho más, hasta un robot de carburadores de motosierras. «O máis difícil —concluye— é plasmar a idea no ferro, hai pezas que deixo arquivadas, e outro día vexo que un cacho que sobrou aquí vai ben noutro lado. Ocórrenseme cousas a calquera hora e despois, tes que ir combinando». Hay quien quiere comprar sus figuras, pero «de momento» no se venden, y en verano, la dirección del museo prevé exponer más piezas de Manuel.