Varios de los mejores amigos que yo tengo, de las personas a las que más quiero y más admiro en este mundo, van camino de los cien años. Y un par de esas personas, todo sea dicho de paso, son poetas. Cosa con la que no solo quiero decir que tienen libros de poesía publicados (que también), sino con la que inrento recalcar, sobre todo, algo infinitamente más importante: que su visión de la vida es esencialmente poética y, por lo tanto, generosa en extremo.
(Una visión íntimamente vinculada a la más alta forma de la verdad de todas cuantas existen, así como al inmenso misterio que nos rodea).
Una de esas personas es Eugenio García Amor, al que nosotros llamamos Don Uxío, de quien ya alguna vez les he hablado. Don Uxío, monseñor García Amor, prelado de honor de Su Santidad el Papa (título que él no quiere usar nunca, porque dice que su vocación ha sido siempre la de ser un cura rural y vivir entre los más pobres), es, además, un gran músico, y estuvo muy unido a las comarcas de Ferrolterra, Eume y Ortegal cuando fue el máximo responsable de la diócesis, entre los pontificados de Araújo Iglesias y Gea Escolano. Pero, por encima de todo, es un santo verdadero.
Esta semana ha estado de cumpleaños; un cumpleaños que celebró, rodeado de sus compañeros, en la residencia de sacerdotes del Seminario, en Mondoñedo. Me han mandado una foto suya con la tarta, y les confieso que me he emocionado un poco al verlo. Está como siempre: con la luz en los ojos de quien jamás ha querido nada para sí y ha vivido para los demás día tras día.