El reloj de Feijoo

José Picado DE GUARISNAIS

FERROL

06 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Alberto Núñez Feijoo mide el tiempo a su manera. Su reloj no cuenta las horas pero tampoco está parado. Sigilosamente el reloj de Feijoo se sincroniza con el que instaló el ferrolano Antelo en 1832 en la torre Berenguela de la Catedral de Santiago y desde entonces da la hora de Europa cumplidamente. Pero Feijoo no le hace caso. Rige sus días, quehaceres y decisiones por aclamaciones, sin importarle el transcurrir del tiempo. Prepara el terreno de operaciones políticas para dar pasos cuando tiene la certeza de que aprobará por aclamación, sin competir con adversarios, sin discutir con contrincantes, sin poner a prueba su ideario. Alberto Núñez Feijoo cuenta su vida política por aclamaciones y, dicho sea de paso, tiene ya unas cuantas.

Cuando comenzó a hacer pasillos por la toupeira de San Caetano, recién fichado por los populares gallegos, tomó buena nota de cómo medía los tiempos su jefe Fraga: «Cada cosa a su debido tiempo», repetía el vilalbés. Su sucesor ya extraditado a Madrid, Mariano Rajoy, también fue un buen alumno: «No adelantemos acontecimientos», «no hacer nada es una buena opción» o «el que resiste gana», fueron axiomas de su filosofía política. Alberto Núñez Feijoo ha demostrado ser un discípulo aventajado con sus confesiones de estos días: «Ha sido una decisión muy meditada» y «ha sido una decisión precipitada», afirmó casi al mismo tiempo en la misma entrevista. Pero una decisión, al fin y al cabo, que la toma cuando tiene la seguridad de que será aclamado en el congreso que le nombrará presidente del PP. Feijoo parará en ese mismo instante su reloj hasta convencerse de que será aclamado nuevamente si se presenta a candidato a presidente del Gobierno (no adelantemos acontecimientos) y una tercera vez buscará la aclamación de los votos en las elecciones generales, que para eso hace el esfuerzo terrible de ir al Madrid de los espías, los comisionistas y las mártires que cuidan de sus familias como bien sagrado.

Ahora Feijoo dice que tiene experiencia en la gestión de la cosa pública y que está preparado en las artes de la política. Vamos, que no es un chiquilicuatre al estilo de los inquilinos de Génova calificados así por Esperanza Aguirre. ¿Aplicará su recetario gallego a la política nacional? Si así fuese, Feijoo se protegerá de los suyos («cuerpo a tierra que vienen los míos» era otro principio acuñado en la toupeira), se parapetará en los líderes territoriales —los de la boina— en contra de los orgánicos —los del birrete—, se rodeará de perfiles que no le hagan sombra y guardará en un cajón las siglas del PP, su gaviota, sus colores y sus músicas, para hacer un gran cartel con su cara y el lema Feijoo. Son las claves de su éxito gallego. Veremos qué hace en España.