Tren de la costa

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

06 abr 2019 . Actualizado a las 01:11 h.

Tal vez me equivoque de nuevo, pero también yo creo que a casi todos los que sentimos esta pasión, casi enfermiza, por los libros, antes o después nos invade una cierta angustia al tomar conciencia de que, por falta de tiempo, habrá páginas maravillosas que ya nunca podremos leer. Supongo que ustedes coincidirán conmigo en que, conforme se va derramando la vida, cada vez es más necesario seleccionar muy bien a qué obras y a qué autores les va a dedicar uno el tiempo de lectura. Un tiempo que, quiérase o no, cada vez consumen, con mayor frecuencia, aquellos libros que en el pasado hicieron mejores nuestros días, y que hoy, al regresar a nuestras manos, ya nos parecen, para bien o para mal, del todo distintos. Además, y dicho sea de paso, los clásicos siempre son un puerto seguro. Aunque también hay escritores de nuestro tiempo a los que conviene seguir con la máxima atención siempre. Y uno de ellos, qué duda cabe, es Gustavo Martín Garzo, dueño de una de las más luminosas y originales prosas de la lengua castellana. Gustavo, a quien yo conocí hace ya muchos años en Verines, en un encuentro de las Letras Españolas en el que Carlos Casares brilló de manera extraordinaria (y con el que volví a encontrarme cuando los dos regresamos a la legendaria Casona y al paraíso que la rodea para rendir tributo a Cervantes, en unos días en los que por cierto también recordamos mucho a Carlos), acaba de publicar, en Destino, La rama que no existe. Y yo, nada más iniciar su lectura, estoy escuchando la voz de Martín Garzo, de nuevo, a mi lado. Una voz que en mi memoria siempre está asociada al tren de la costa, que desde Ferrol, a través de algunos de los paisajes más bellos del mundo, va siempre, como en un sueño, hacia la literatura.