Ya están los padres de la patria recogiendo los bártulos en el Congreso y el Senado para volver a tierra firme y preparar la competición política cuya meta se instalará el 28 de abril. Allí saldrá el candidato que se someterá a la investidura de presidente de gobierno de España.
A la vista de los acontecimientos, estas nuevas elecciones requieren un ejercicio de sensatez y responsabilidad de todos los ciudadanos españoles, que debe comenzar por leerse los programas de cada partido y hacer una composición sobre las posibilidades que tiene cada uno para gobernarnos con dignidad y solvencia ante los muchos atascos que hay todavía en la sociedad. Según las última encuestas, tres son los aspirantes que tienen más posibilidades, Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera. Sin comenzar oficialmente la campaña electoral fijaron ya sus prioridades de combate y nos colocaron sus primeros vitamínicos discursos y su posición ante ese gran problema con que se encontrará el nuevo presidente: Cataluña. Y que deberá empezar por acabar con el memorial de agravios que se escuchan día sí y día también para volver las aguas a su cauce y abrir un diálogo franco con visión de Estado sobre la temeraria desconexión. Luego están los problemas ordinarios, especialmente los de las personas que se pasan la vida dando pedales y removiéndose en la pobreza sin llegar a nada. Y para ello todos los elegidos deberán dotarse de un fuerte componente reflexivo, como lo vinieron haciendo en estos temas los ferrolanos Ángel Mato (PSOE) en el Senado, Yolanda Díaz (IU) y Juan Juncal (PP) en el Congreso.
A los tres debemos estar agradecidos por su interés por nuestros graves problemas. Si no estuvieron en la precisión y en el decimal exacto de la negociación, sí lo hicieron con la información que tuvieron puntualmente los ciudadanos. Otra cosa son los intereses preferidos de cada uno o el reparto de incienso al poder y a la oposición. Aquí ya no entramos porque podríamos caer en la esquizofrenia, y no queremos. ¿Recuncarán los tres? Si se presentan, eso lo dirán los votantes de la provincia.
Y todo ello se produce en democracia, ese valor insuperable reconocido en todo el mundo, con excepción de los regímenes totalitarios.