Una herradura

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

05 dic 2018 . Actualizado a las 00:52 h.

Incluso entre quienes habitamos el convencimiento de que los muertos están junto a Dios o no están en parte ninguna -¿puede haber mayor condenación, acaso, que la oscuridad eterna...?-, no es rara la creencia de que, a medio camino entre el reino de los vivos y el de los difuntos, hay ciertas sombras que también quieren que se les preste atención a veces. Me parece recordar que en alguna ocasión les había comentado ya que en la Tierra de Escandoi, en otro tiempo, cuando a uno se le aparecía un ser del Trasmundo, se aconsejaba no echarse a correr como un maleducado. Bien al contrario: lo procedente, decían, era preguntarle al espíritu en cuestión, con la mayor de las amabilidades, «qué requires», para que así él pudiese explicar, sin pérdida de tiempo, qué era lo que lo llevaba a mostrarse entre los vivos. Por lo que he oído contar, y en contra de lo que la literatura sostiene con mayor frecuencia, los espectros, por lo general, no pedían misas para abandonar el Purgatorio -aunque también lo hiciesen a veces-, sino que rogaban que se adoptasen las medidas necesarias para solucionar cuestiones pendientes, a menudo vinculadas a la partición de herencias. Consta, a través del testimonio de personas muy serias, que algunos fallecidos, ante la inminencia del invierno, aconsejaron reparar los tejados. Y difuntos ha habido, incluso, que volvieron del Más Allá para exigir que se aclarasen cuentas que no cuadraban. Hace unos días, junto a uno de los caminos que van del Eume a la Terra Chá, unos señores me enseñaron un arroyo en el que, por la noche, solían abrevar sus caballos los muertos. Y hasta me pareció ver una herradura entre la hierba, pero me daba no sé qué cogerla.