Fotografías

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No tenemos remedio. Solo cuando los amigos marchan a lo que nosotros llamamos muerte tomamos conciencia de que las mil conversaciones que quedaron pendientes eran infinitamente más importantes que todas esas tonterías en las que vamos gastando la vida. Parece que estamos condenados a perder el tiempo. El último día que estuve con Miguel Fernández, con el almirante que pintaba el mar y que guardaba la luz del sol dentro de sus versos, hablamos, en su casa de A Graña, de la memoria que se convierte en literatura, de la navegación de los grandes veleros y de los cuentos para niños; pero no de su infancia frente al mar de Vigo, ni de cuándo decidió hacerse marino. Con Cal Pardo me pasó algo parecido: hace unas semanas, la última vez que nos vimos, cuando yo lo acompañaba, desde la catedral de Mondoñedo, hasta el Real Seminario de Santa Catalina, donde vivía, y mientras íbamos atravesando de noche las calles desiertas, hablamos de sus tiempos de estudiante en Comillas, del carácter a veces terrible del cardenal Quiroga Palacios y de la tumba del mariscal Pardo de Cela. Pero no le pregunté, tampoco entonces, cómo sería la vida de aquel Pedro de Sillobre, arcediano de Trasancos, que tanto revolvía en el cabildo mindoniense cuando ya se estaba apagando la Edad Media. Ya echo mucho de menos a Miguel y a Cal Pardo cuando apenas acaban de irse. Pero no es este lugar para confidencias; cansarlos a ustedes con ellas sería una grosería. Aunque déjenme decirles, eso sí, que hoy he encontrado unas fotos, de ellos dos, que no recordaba haber hecho. No sabía que las tenía. En ellas siguen un poco aquí. Y para mí ha sido, en medio de tanta tristeza, una alegría.