La UE, una tortuga convertida en cangrejo

Manuel Couce DESDE LA ALAMEDA

FERROL

24 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde que la UE acogió en su seno a los pueblos de España, los progresos sociales y económicos, en esta comarca, no se dejan notar, a pesar de que muchos creímos que la Unión Europea era un milagro de oportunidades, con un antídoto contra la desesperanza. Pero sus dirigentes políticos vienen demostrando que no son sensibles a las presiones de la opinión pública, en casos sangrantes como en la industria, en la agricultura o la pesca, y por ello estamos viendo cómo en la sociedad aumenta la exclusión social, mientras los ricos aumentan rápidamente su capital, lo que viene a demostrar que el dinero es un país más, otra patria, también en Europa.

Y todo ello, que no es poco, pone en cuestión un modelo social, ante la ceguera de gobiernos, incapaz de acabar con la precariedad laboral.

Se sigue deteriorando la sociedad, y no se ven decisiones encaminadas a encontrar soluciones, por mucho que nos repita Fátima Báñez, la ministra que mercadea con la ilusión de las familias, diciendo con desabrida crudeza que el paro baja, sin especificar qué clase de empleo se crea. En esta materia, la Unión Europea para nosotros ha sido una decepción, una tortuga convertida en cangrejo que en muchos casos camina hacia atrás. Y todo ello tiene su origen en ese férreo corsé de austeridad a las clases bajas que defiende a ultranza la señora Merkel, mientras nuestros gobernantes siguen al pie de la letra sus bondades de ajuste, que vienen impuestas por países, como el alemán, con un paro laboral muy inferior al nuestro.

Por aquí se sigue dando brillo a la galería y tanto mediocre imperante nos anuncian barcos para los astilleros, y no lo hacen los responsables que siguen hablando de moderación salarial, flexibilidad laboral o disciplina presupuestaria. Está visto que estas tierras van sin plano por Europa, seguimos siendo convidados de piedra, eso sí, se intenta animar a la gente con paños calientes usando la vieja forma de razonar, según la cual vale más algo que nada. Y resultará descorazonador que lo tenga que decir un nostálgico con cerebro impermeabilizado, como yo. Pero hasta que los políticos, los empresarios y los sindicatos dejen a un lado el marianismo y el montorismo y se encierren durante el tiempo que haga falta para encontrar un nuevo proceso de construcción del país, que propicie la creación de empleo, no se saldrá de esta.