Derechos

José Varela FAÍSCAS

FERROL

15 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

ecientemente se ha dado a conocer un estudio realizado con unos mil doscientos niños de entre cinco y doce años de edad residentes en EE. UU., Canadá, Jordania, Turquía, Sudáfrica y China que concluye que los chiquillos criados en familias ateas tienden a ser más generosos y altruistas que quienes lo hacen en entornos religiosos (cristianos, musulmanes, budistas, judíos...). Me pregunto si será ese un estigma de la izquierda -asociando alegre y temerariamente izquierda con agnosticismo, ateísmo o indiferencia religiosa- que impele a sus activistas a desarrollar acciones beneficiosas para sus conciudadanos incluso a pesar de la empecinada oposición de estos. Por ejemplo, retirar el tráfico rodado de una calle. ¿Que los vecinos y comerciantes de la calle están en contra de la medida, pese a la evidencia de ganar en salud y calidad de vida?, pues, nada, por qué no mantener el paso de automóviles las 24 horas del día; incluso restablecer el doble sentido de circulación. Todos contentos, a condición de asumir que avanzamos a pasos agigantados hacia el siglo XIX. Sin ir más lejos, hasta el estado predemocrático del sufragio censitario, aquel que concedía derechos superiores a una parte de la población (varones de determinada renta o grado de instrucción) frente al resto de la sociedad, que, vaya, resulta que es la mayoría. Porque si nos mantenemos en el 2015 y en un Estado de derecho, la calle es de todos, no de Fraga. Bien está que unos se beneficien de ella más que otros, pero ese privilegio, encima, no les confiere más derechos. No hablo de capacidad de coacción y presión, me limito a derechos individuales en tanto que ciudadanos.

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