El PP y el PSOE han llegado en Ferrol a un consenso amplio y cimentado para la regularización del barrio de Recimil. Las luchas entre los derribos y las reconstrucciones, entre las piquetas y las palas y la rehabilitación, han quedado atrás como jirones de brumas pasadas. Como un mal sueño.
El partido en el gobierno y el principal grupo de la oposición se han sentado, han analizado, han discutido, han acordado... Todo por el bien común. Para desenquistar uno de tantos y tantos problemas que se acumulan encima de la mesa. Suena bonito. Suena bien. Pactos amplios para problemas amplios. El servicio al administrado antepuesto al servicio a las siglas... Tan bucólico, tan pastoril... Que cuesta creerlo.
No se le va a quitar desde este rincón de tinta ni un ápice de valor a esa alianza. Al contrario. Resulta tan meritoria como inesperada. Tan adecuada como sorprendente.
Habrá que ver, eso sí, la evolución de la cosa. Su serpenteo en el camino de las urnas.
No es pensar mal. Es lo que sucede cuando se está escaldado. Porque llamamientos a pactos, acuerdos verbales y consensos, sobre el papel, aquí ha habido muchos en los años recientes. Todos coinciden en la necesidad de resolver los problemas troncales de Ferrol. Y, en muchos casos, a grandes rasgos, también en las recetas. Pero aplicar, no se aplican. Y ahí está el tema. Lo que queda raro en el nuevo y armónico cuadro.
Se verá si el pacto de Recimil es el inicio de algo más o una nueva decepción. Como tantas otras.