La Biblioteca Central de la Ciudad Ilustrada

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro FERROL |

FERROL

Lo que antaño fue la sede ferrolana del Banco de España es hoy un edificio municipal dedicado a los libros, que cuenta con un fondo de más de 65.000 volúmenes y frecuentan, a diario, lectores de todas las edades

01 jul 2010 . Actualizado a las 21:26 h.

La historia del edificio, como la de casi todas las construcciones que valen la pena, es larga. Nació en plena posguerra, de un diseño de Yarnoz Larrosa fechado en el año 1946. Y originalmente fue destinado a albergar la sede ferrolana del Banco de España. «Era un edificio -cuentan José Luis y Paco, que lo conocieron destinado a su primitiva función- acorde con la importancia que por aquellos años tenía Ferrol para la Administración del Estado; y aunque no era exactamente un inmueble a atender al público, sino a la tramitación administrativa de grandes pagos del estado y a la distribución de moneda, en la ciudad, para todos los ferrolanos, tenía un peso importantísimo, porque representaba de alguna manera el poder de la Administración central». Cuando Ferrol se quedó sin delegación del Banco de España, el edificio pasó a ser propiedad del Concello. Y en el año 1990 el Ayuntamiento toma la decisión de trasladar allí la Biblioteca Central, que se encontraba situada en el Palacio Municipal. Pero reformar el edificio no fue fácil -esa es otra historia, que en cualquier caso está más que contada...- y el traslado definitivo costó, en todos los sentidos, bastante más de lo esperado.

«Al hacer obras allí, nos encontramos con que todo aquello se inundaba. Debajo nace muchísima agua», cuenta a su vez José Manuel, que vivió muy de cerca la rehabilitación del inmueble, que desde el punto de vista técnico llegó a ser, en más de un momento, extraordinariamente problemática.

Para los grandes lectores

Llegas a la Biblioteca Central de Ferrol, y por más que la conozcas no deja de sorprenderte cómo la reforma del edificio, dirigida por Vidal Romaní, ha sabido sacar el máximo partido de la luz cenital. Algunos, vamos a confesarlo, todavía seguimos sintiendo cierta nostalgia de aquella otra gran sala de lectura que estaba en el palacio de la plaza de Armas, a la que acudíamos tantas tardes, cuando en la adolescencia empezamos a venir a Ferrol a diario para asistir a las clases del instituto. Una sala de lectura, aquella -la de la Biblioteca Central de entonces- en la que nosotros leíamos desde los tebeos de Tintín que nos faltaban para completar la colección hasta aquellos manuales de atletismo escritos por Lewis Steel que a propósito del rey de los deportes hablaban de Historia, técnicas, estilos y consejos prácticos . Todo ello, sin olvidarnos de Curzio Malaparte, que entonces nos parecía un escritor de grandísima talla. No había entonces los 65.000 volúmenes de ahora, pero con lo que allí tenían ya nos íbamos arreglando.