Con el legado de Baden Powell

TEXTO Beatriz Couce FOTO José Pardo

FERROL

Eva empezó hace 25 años en el grupo scout Vasco da Ponte, de donde se llevó grandes amigos; su hijo Guillermo le tomó el relevo hace una década

22 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Guillermo Vizoso lleva el escultismo en los genes. Tanto su madre como su padre pertenecieron en su juventud a agrupaciones scouts de la ciudad, así que no es casualidad que este ferrolano de 17 años lleve ya unos diez en el grupo Vasco da Ponte, en el que también pasaron muchos años de diversión y compañerismo sus progenitores.

El palo de esta historia es Eva Ramos Sobrino, quien, en 1984, animada por una amiga, se decidió a acercarse al mundo del escultismo precisamente cuando empezaba a formarse el Vasco da Ponte. «Las dos estudiábamos Magisterio y los niños me gustaban mucho, así que me decidí», asegura. Fue el inicio de muchos años de vinculación a un grupo en el que, además de un estilo de vida, encontró mucha camaradería. Más allá de las marchas y de los campamentos que le permitían un contacto estrecho con la naturaleza, además de un sinfín de vivencias, Eva recuerda por encima de todo de aquella época «que éramos muchos y nos queríamos mucho. Sabías que contabas con la gente, tanto para lo bueno como para lo malo», afirma.

Hoy, 25 años después, a su hijo le sucede algo parecido con sus amigos del grupo. «Me gusta el buen rollo que hay. Cuando viene alguien nuevo, la gente en seguida intenta que se integre con todo el mundo», afirma Guillermo. En la década del Twenti, de los teléfonos móviles y del adsl, el escultismo, la filosofía de vida y tiempo libre ideada por el británico Baden Powell aún consigue que niños y jóvenes se olviden por un rato de las nuevas tecnologías para disfrutar del contacto con la naturaleza. «Sí, pero ellos llevan ordenadores ahora a los campamentos», exclama divertida Eva, a la que su hijo tarda escasos segundos en replicar: «Nada más que los utilizamos para lo mismo que vosotros llevábais el proyector con las diapositivas, y los móviles están requisados en las acampadas», añade. «Además, se siguen haciendo talleres como antes, cursos y dinámicas de grupo», explica Guillermo.

Tras ser monitora de niños de todas las edades, Eva dejó el Vasco da Ponte cuando se casó y se marchó a vivir a Santiago, hace 19 años, pero no perdió el contacto con el grupo. Guillermo creció muy pegado a los recuerdos de sus padres sobre el escultismo, y muy pequeño llegó a dormir una noche con sus padres en uno de los campamentos a los que habían acudido de visita. Así que cuando regresaron a Ferrol de la capital de Galicia no se lo pensó dos veces y tomó el relevo a sus progenitores. Ahora tiene claro que él también quiere llegar a ser monitor y continuar durante muchos años vinculado a un estilo de vida que hasta el momento nunca se planteó abandonar.