¿Dónde está el tesoro de Covas?

Luís A. Núñez

FERROL

Los mayores aún recuerdan los relatos de sus abuelos sobre la antigua mina de Ponzos, sepultada ahora por la vegetación

05 oct 2009 . Actualizado a las 12:19 h.

De pequeño, ¿quién no soñó con vivir una película de aventuras por los montes de Ponzos? Solo la idea de que en ese lugar existiera una antigua mina de oro ya daba rienda suelta a la imaginación. Los mayores de la parroquia aún recuerdan lo que les contaban sus padres y sus abuelos. Muchos de ellos trabajaron en la explotación antes de que la Gran Guerra acabase con la fiebre del oro. «Isto parecía o Oeste», relata Aquilino González. A las puertas de su casa se encontraba la entrada al túnel de la mina que construyeron los franceses a principios del siglo pasado. Y el ir y venir de obreros («eran moitos da zona de Lugo e tamén viñan algúns de Asturias», señala) no pasaba desapercibido a los lugareños. «Tamén traballou moita xente de aquí, sobre todo mulleres», recalca. Son las historias que le contaban cuando era un chaval. «Meu avó traballou aquí facendo funcionar a caldeira», recuerda con orgullo. Le relataba («está na prensa da época», corrobora) episodios de peleas y asesinatos al más puro estilo de las películas de John Wayne, o constantes conflictos laborales detonados por los mineros. «Miña nai contábame que había un baile o 2 de maio e a xente tiña medo porque sempre había tiros», señala. «Chamábase Mina de Couvre du Ferrol-Francesa», pero la explotación apenas duró unos pocos años, «entre 1910 e 1914, máis ou menos». La Primera Guerra Mundial pudo ser la causa del cierre. Otros dicen que «non era rentable». «¿Pensas que os romanos iban deixar algo?», argumentan ahora en Covas. El origen de la mina de Ponzos es de esa época. Fueron los romanos los primeros en horadar un agujero a cielo abierto. Pero poca constancia queda de lo que encontraron en sus excavaciones. Don Eliseo, el inglés Varios cientos de años después, la historia oral de Covas recuerda a un capataz inglés. «Chamábanlle Don Eliseo», relata Aquilino, «pero en realidade era Ellys Henry Tomas». Cuenta que era un militar británico que había recorrido desde el norte de África hasta Galicia en busca de recursos minerales con los que financiar la guerra. Hizo negocio con la minería entre Ferrol y As Pontes hasta su muerte, documentada a mediados del siglo pasado en Narahío. El británico abrió un túnel de unos cien metros que serviría de entrada a la explotación romana. Pero la fiebre del oro de Covas no acabaría ahí. Después de que las tropas inglesas abandonasen España, fueron los franceses quienes retomaron las perforaciones. Entonces, la prensa local reflejaba algún pequeño hallazgo del valioso mineral. Demasiado poco para semejante esfuerzo. A principios del siglo pasado, la industrialización estaba en auge, y la empresa explotadora construyó una nueva galería de aproximadamente un kilómetro desde la mina hasta la orilla del mar. Allí levantaron la estructura que es más visible en la actualidad, el antiguo lavadero. Una estructura hormigonada que se encuentra hacia la mitad de la playa de Ponzos y a la que muchos se refieren como la propia mina. Lo cierto es que la excavación inicial está a más de un kilómetro de distancia, totalmente domada por la vegetación y el terreno. El mineral mezclado con la piedra llegaba al lavadero y se deshacía en dos grandes molinos impulsados por una caldera de vapor. Era el abuelo de Aquilino quien se encargaba de ponerla en marcha. De ahí, el resultado de las extracciones iba a parar a unas balsas de decantación en las que supuestamente se lavaba la piedra y se retiraba el mineral valioso. «Tiñan ata luz eléctrica», señalan los más mayores de Covas. No obstante, consideran que la fugacidad de esa última explotación «demostra que aquí case non acadaron nada». Y al marcharse «deixaron ata a maquinaria». «Van cheos de investigar» Aquilino sentencia que «non debe ser rentable porque van cheos de investigar». Recuerda cómo cuando era pequeño «viña un señor cun maletín e un martelo; e eu sempre andaba detrás del porque moito me gustaba ese martelo». Pero nadie llegó a reflotar la mina. Solo durante la Dictadura, recuerdan los oriundos, «Franco puxera un millón de pesetas de aquela para reabrir a mina de ouro». Un equipo realizó unas prospecciones y certificó que no había encontrado nada. «Pero o certo é que non chegaron a entrar por toda a galería por medo a que se lles viñera enriba», dice Aquilino, quien mira hacia lo que aún queda en pie de aquella época, totalmente cubierto de vegetación y espeta: «Aquí xa non hai nada».