
CON ANTONIO Vázquez se marchó el pasado fin de semana parte de una vieja forma de entender el deporte, incluso al más alto nivel. Entró en el Racing siendo un niño, en el salto de los cincuenta a los sesenta, y en esa escuela de la vida que era el fútbol fue creciendo. Rápido y hábil, le apodaron El Holandés en su etapa de juvenil. Incapaz de progresar más, el Gitano -como era conocido popularmente- lo dio todo por seguir en el club. Primero como ayudante del utillero, José Porta, para más tarde, aprender el oficio de masajista al lado de Miranda (padre del ex futbolista Mon y abuelo del ex capitán Manu) y tomar su relevo. «Lo pongo a mis hijos como ejemplo de superación ante las adversidades», dice Arturo Otero, ex capitán verde y presidente de la Asociación de Veteranos del Racing. Del Racing pasó al gimnasio OAR para ampliar su formación con O Bruxo , con el que profundizó los métodos de recuperación y pulió unas manos mágicas que le valieron para abrir después una consulta en A Coruña. El propio Torrado le abrió las puertas del Real Zaragoza, de donde se marchó al Deportivo. En A Coruña, el Gitano se ganó el mismo aprecio que en Ferrol. Blanco de todo tipo de bromas por sus curiosas supersticiones, fue uno de los más entrañables personajes del Superdepor, con el que disfrutó de los títulos de Copa del 95 ante el Valencia, la Supercopa ante el Real Madrid y de Liga del 2000. El título tras la victoria ante el Espanyol supuso su adiós a la profesión y al club. Desde hace meses sufría una grave enfermedad. Amigos, familiares, representantes del Racing, el Dépor, el OAR y el Concello de Ferrol le dieron ayer el último adiós en Catabois.