La decisión de Fernando Alonso de correr en Indianápolis ha levantado una polvareda en el mundo del motor. Hay quienes consideran una ofensa renunciar al gran premio más ilustre de la Fórmula 1, pero se olvidan de que las 500 Millas es una carrera mítica y uno de los acontecimientos deportivos más importantes del mundo. Esto es lo que se encontrará el piloto español el próximo 28 de mayo.
14 may 2017 . Actualizado a las 05:45 h.Una carrera que se corre desde 1911 -casi 40 años antes que la Fórmula 1-, en la que los coches alcanzan una velocidad punta de cerca de 400 kilómetros por hora, con un trofeo en el que están grabados los rostros de todos los ganadores y cuyo vencedor, en vez de champán, lo celebra con una botella de leche. No cabe duda de que las 500 Millas de Indianápolis son diferentes, que tienen tanta historia o más como el Gran Premio de Mónaco, aunque carezcan del glamur de la prueba celebrada en Europa y de la carga tecnológica que lleva consigo la competición automovilística más importante del planeta.
La Fórmula 1 es un escaparate y un banco de pruebas de lo que los fabricantes -no solo de coches, sino de todo tipo de componentes de automoción- son capaces de desarrollar, pero la peculiar forma de gestionarla la ha desprovisto de interés para muchos aficionados. Temporada tras temporada hay una escudería que tiene un dominio absoluto y exagerado sobre todas las demás, en muchos grandes premios apenas hay adelantamientos en carrera -la mayoría son producto de estrategia durante las paradas en boxes- e incluso en las victorias influyen polémicas decisiones de equipo.
En contraposición a este ambiente enrarecido y que ha llevado a Fernando Alonso a renunciar a la carrera en el Principado, las 500 Millas ofrecen un espectáculo al más puro estilo norteamericano. Una competición igualada en la que todos los coches llevan el mismo motor, el mismo chasis, frenos, suspensiones... Cualquiera puede ganar, incluso un novato, como ocurrió con el estadounidense Alexander Rossi en la edición del 2016.
No es una prueba exenta de dificultad, por más que los participantes se limiten a dar vueltas a un circuito oval durante varias horas. El cansancio, el tener que soportar elevadas fuerzas G de forma casi constante, el intenso tráfico que hay en la pista, el amenazador muro que la rodea por su parte derecha, elementos externos como el viento... Es a la vez una prueba de velocidad, de resistencia, de finura conduciendo y de estrategia: hay que saber colocarse a rebufo de otro coche y aguantar mucho tiempo a escasos centímetros hasta que se toma la decisión de adelantar.
Alonso no es el primer campeón de Fórmula 1 tentado por las 500 Millas. Grandes nombres como Jim Clark, Graham Hill -el único que ha conseguido la triple corona: ganar en Mónaco, en Indianápolis y en Le Mans-, Emerson Fittipaldi o Jacques Villenueve vieron la bandera a cuadros en primera posición. En los años 50 las 500 Millas incluso formaban parte del calendario de la Fórmula 1, y quién sabe si esto podría volver a ocurrir. De momento, la llegada del español ha supuesto un golpe de efecto y el 28 de mayo las 350.000 personas que se congregan en Indianápolis estarán pendientes de él.