El disco con el que Héroes del Silencio conquistaron el mundo

EXTRA VOZ

Heroes del Silencio en 1990
Heroes del Silencio en 1990 CEDIDAS

Se habían quedado insatisfechos por la falta de pegada de su debú, «El mar no cesa» , y lo dieron todo en el siguiente paso. El resultado fue «Senderos de traición», un disco arrollador que acaba de ser reeditado. Celebra sus primeros 25 años de vida  

16 nov 2015 . Actualizado a las 10:35 h.

Es una de las más célebres secuencias guitarreras del rock español. Una sucesión de acordes cortantes multiplicados en ecos por obra y gracia del efecto del pedal delay. De pronto, se engarzan con una batería y un bajo de una solidez insólita en la música nacional de la época. Luego serpentean de modo cristalino. Y llegan al destino. «Te puedes vender, cualquier oferta es buena si quieres poder», canta trascendente Enrique Bumbury. Lo hace con esa impronta tan suya de hacerlo como si fuera la última vez. Es Entre dos tierras, la canción con la que Héroes del Silencio se hicieron eternos. 

Sí, el tema del «¡Uuuuuuh, dejameeeeeeeé, que yo no tengo la culpa de verte caer!» que dio pie a mil y un karaokes colectivos. También el del «pe-pe-pe-pe-pero olvídame», reminiscente del «Cha-cha-cha-changees» que cantó David Bowie en su día. Y, por supuesto, el del «no seas membrillo y permite pasar» que tantas mofas despertó. Aún hoy es su tema más escuchado en Spotify (más de 10 millones de clics) y resume de modo preciso la idiosincrasia de una banda nacida para triunfar. Surgida en algún lugar intermedio entre la fuerza hard-roquera de los The Cult de Sonic Temple (1989), el lirismo oscuro-pero-grandioso de The Cure de Disintigration (1989) y la épica para masas de los U2 de Rattle & Hum (1988), dejó al público noqueado en su día. Nada sonaba así por estos lares. Tan contundente. Tan poderoso. Tan avasallador. 

Se cumplen 25 años de la edición de Senderos de Traición (1990), el disco que la incluía. Siguiendo el ritmo de los tiempos, su discográfica ha decidido reeditarlo una vez más. Una excusa como cualquier otra para revisar el disco con el que empezó el reinado de los zaragozanos. Algo que trascendió fronteras, como solo antes había logrado Barón Rojo o Mecano. Lo decían los grupos patrios que hacían incursiones europeas a finales de los noventa: en países como Alemania o Suiza decir rock español era decir Héroes del Silencio. Lo del arrollador éxito en Sudamérica es ya un capítulo aparte nunca superado.

Logotipo Héroes del Silencio
Logotipo Héroes del Silencio CEDIDAS

Todo empezó con Senderos de traición. Concretamente, con su sonido, obra de Phil Manzanera, el que fuera guitarrista de Roxy Music. Se trataba de una de las obsesiones particulares del grupo, frustrado por el hecho de que El mar no cesa (1988) careciese el punch de su directo. Enrique Bumbury (voz), Juan Valdivia (guitarra), Joaquín Cardiel (bajo) y Pedro Andreu (batería) querían dejar claro que eran una banda de rock. Pese a sus constantes devaneos poéticos y un nada disimulado gusto por el after-punk y el pop el pop británico de los ochenta, ansiaban mostrar músculo en los surcos, agallas en sus canciones y fortaleza en el impacto final

Lo lograron. Senderos de traición llega a donde pretende. No había lugar para las coartadas minoritarias. Héroes del Silencio pretendían ser la banda de rock más grande del país, que sus canciones fuesen cantadas por miles de fans que adoptasen sus señas de identidad como propias. Resultaban tan intensos que, al explotar, muchos optaron por caricaturizarlos. La diana siempre era la misma: Enrique Bumbury. Pronto se le asoció a Jim Morrison. En realidad, su principal influencia se encontraba mucho más cerca: Raphael

En efecto, Bumbury resultaba tan  excesivo como el Niño de Linares. De voz grandilocuente, su boca se deformaba en una vehemencia imposible, exagerando la gravedad, aullando estribillos desesperados y rasgando con convicción la garganta. Interpretando en definitiva la canción hasta sentirla. Si se escucha atentamente Maldito duende, otra de sus piezas más célebres, se ve con claridad. Un bonito medio tiempo, con esos arpegios delicados que tan bien sabía crear Valdivia y un clima tranquilo. Se convierte en un torrente expresivo en la voz del cantante. Misterioso en  «He oído que la noche es toda magia».  Imponente en «Amanece tan pronto y yo estoy tan solo». Y roto en «Las estrellas te iluminan y te sirven de guía». A cientos de adolescentes de la época les golpeó. 

PASIÓN Y DEVOCIÓN

El éxito de Senderos de traición resultó espectacular. Se editó en mayo y cerró el año con 400.000 copias venidas. Luego alcanzarían el millón con una presencia constante en los medios. En eso resultó clave también su imagen. La icónica fotografía de  su portada, obra de Javier Clos, resultaba magnética. Para bien o para mal, nadie se la saltaba. Ese cuero rock de mirada desafiante y filtro sepia se asociará de por vida al grupo. La misma estética se ampliaría a los vídeos de Entre dos tierras y Maldito duende. Todo formaba de un plan muy estudiado sobre lo que querían transmitir: algo que no pudieses borrar de la mente.  Aunque fuera para odiar. La misma sensación que transmitían, Guns n' Roses o U2. 

El directo suponía la otra gran baza. Una vez inmerso el oyente por el resto del disco -donde aparecen buenas canciones que combinan melodía y fuerza como Hechizo, Decadencia o Despertar-, el siguiente impulso consistía en acudir a sus conciertos. En el verano de 1991 se les pudo ver en Galicia. Se trata del mismo espectáculo que recoge el deuvedé de la reedición. En A Coruña lo hicieron el 2 de agosto ante 5.000 personas. Abrieron entre humo y penumbra, con Bumbury encerrado en una jaula cantando Entre dos tierras. Y siguieron desgranando el disco con derroche de actitud y mandíbula contraída

Uno de los momentos cumbre del concierto lo puso Decadencia. Con una parada a mitad de canción, el cantante empezó a teatralizar un monólogo al más puro estilo Jim Morrison, tirándose por el suelo y sobreactuando. En escenas así coincidían los dardos de sus detractores, muchos y bien armados. Pero a ellos les daba igual. Querían agitar a los jóvenes, conquistar el mundo y convertirse en el símbolo del rock español en el extranjero. Lo empezaron a lograr ahí, con ese disco que cumple 25 años. Más tarde demostraron que no se habían equivocado.