Isabel Preysler sonríe de nuevo

EXTRA VOZ

Víctor Lerena.

«Me sorprende, pero no me extraña». este es el comentario que se escucha estos días en los círculos sociales acerca de la portada de la revista «Hola!», en la que se anuncia una relación entre Isabel Preysler y Mario Vargas llosa. Al fin y al cabo, la ex de Julio Iglesias es una especialista en golpes de efecto y, como recuerdan las hemerotecas, hace treinta años ya tuvieron otro «acercamiento». 

14 jun 2015 . Actualizado a las 09:54 h.

La pregunta vuelve a estar en el aire: ¿De dónde saca Isabel Preysler ese enorme poder de atracción para enamorar a hombres poderosos, pero tan diferentes como un cantante, un aristócrata, un ministro socialista y un escritor premiado con el Nobel? Más allá de los comentarios chuscos sobre las supuestas habilidades sexuales de esta veterana del famoseo, una fuente consultada por este periódico, muy cercana durante años a la viuda de Miguel Boyer, lo tiene muy claro: «Ella ha hecho de su vida una carrera económica». Una opinión que no difiere demasiado de la de Juan Luis Galiacho, autor de Isabel y Miguel, cincuenta años de la historia de España, quien califica a la ex del marqués de Griñón como «una persona ambiciosa y comedida, que jamás firmaría nada sin saber de qué se trata: por ejemplo, jamás podría ser la mujer de un Bárcenas». Y advertía el propio Galiacho en una entrevista hecha para este periódico, cuando lanzó aquel libro: «Isabel es una superviviente, todavía no ha dicho su última palabra». Según este argumento, Isabel Preysler tendría muy claro que este era el momento para dar un nuevo golpe de efecto que le permitiese relanzar su vida: con unos gastos altísimos de mantenimiento de su mansión en Puerta de Hierro y tras haber perdido los contratos publicitarios de Joyería Suárez o Ferrero Roché, ha sido capaz de meter nada menos que a Mario Vargas Llosa en la campaña de Porcelanosa. «Hoy en día, cualquier marca se pelearía por tener a Isabel Preysler en su agenda para hacer un anuncio de publicidad», sostiene la misma fuente. 

A sus 64 años, tras haber pasado los últimos diez prácticamente en la sombra, desde que la enfermedad alejó a Miguel Boyer del primer plano de la actualidad, Isabel había ido perdiendo el caché de antaño, más allá de alguna portada de revista del corazón en la que, tras un preciso trabajo de Photoshop, parecía más joven que su hija Chabeli. Solo su relación personal con los dueños de Porcelanosa le permitía asomarse en ocasiones al balcón de la fama, especialmente cuando se mezclaba entre los invitados a actos en los que estaban presentes miembros de la Familia Real Británica, gracias precisamente  a su fuerte amistad con la familia Colonques. Pero nada que ver con la influencia social que tuvo en los años dorados de Boyer, cuando la Preysler se convirtió en el icono de políticos y empresarios de aquella España del pelotazo, el ejemplo a seguir por personajes, como Mariano Rubio, que no dudaron en romper sus matrimonios para unirse a mujeres mucho más jóvenes, en este caso con Carmen Posadas, y aspirar a otro tipo de vida que incluía casas como la famosa Villa Meona, la lujosa vivienda de Puerta de Hierro en la que se instalaron Isabel y Miguel tras casarse y que, junto al escándalo de Ibercorp, acabó con la carrera pública de Miguel Boyer.

Cerrar un capítulo

Así que Isabel ha vuelto a gritar: ¡Ya estoy aquí! En esta ocasión, sin embargo, el modus operandi de la filipina que en su día enamoró a Julio Iglesias ha sido diferente. Y es que ella misma siempre aseguró que, en temas amorosos, primero cerraba un capítulo antes de abrir otro nuevo. Pero esta vez, aunque la publicación que ha destapado la nueva relación con Mario Vargas Llosa se apresura a asegurar, en propia voz del escritor, que ya está separado de su esposa Patricia, esta y sus hijos han enviado un comunicado anunciando que esto no es cierto y mostrando su sorpresa por los acontecimientos. La estrategia de la reina de Porcelanosa, según quienes la conocen bien, está clara: ha puesto por delante a un medio de comunicación para dar luz a su nueva relación. Para ello eligió el Eurobuilding un hotel madrileño muy céntrico pero no demasiado frecuentado por los famosos, de forma que no pasase inadvertida. Como se dice en los corrillos de la capital ha sido «un  parto de nueve meses», en alusión al tiempo que ha mantenido el duelo por la muerte de Miguel Boyer. «Ya no se llevan los lutos», advierte no sin cierta ironía el cronista social Josemi Rodríguez-Sieiro quien, en relación al impacto que ha provocado en los corrillos de la jet la noticia del «acercamiento»  entre Vargas Llosa e Isabel Preysler, asegura que «en las fiestas de Mallorca en las que he estado estos días todo el mundo hablaba del asunto como si no fuera tan extraño».

El «callo» de Vargas Llosa

Quizás esta impresión no parte solo del conocimiento de la personalidad de Isabel Preysler, sino también del callo que Mario Vargas Llosa tiene en asuntos amorosos: el premio Nobel peruano cambió en su día a una mujer por otra y en el medio hubo toda clase de tiras, aflojas y anécdotas que hicieron correr ríos de tinta. Patricia Llosa, esposa del escritor (quien ahora asegura que ya está separado de ella) hizo público un escrito al conocer la fotos de la revista Hola!: «Mis hijos  y yo estamos sorprendidos por las fotos que han aparecido hoy en una revista del corazón», lo que seguramente provocó un sobresalto en el ánimo del literato, pero lo cierto es que Vargas Llosa, a sus 79 años, está acostumbrado a desenredarse airosamente de esta clase de líos. Porque el escritor, que estaba casado en los sesenta con su tía, Julia Urquidi, protagonizó una huida de novela romántica con Patricia Llosa, su prima, con la que acabaría casándose en 1965. Lo que el clásico llamaría «un culebrón en toda regla», que además vino aderezado, en los años posteriores por la novela que Vargas Llosa escribió en 1977, titulada La tía Julia y el escribidor, en la que prácticamente se mostraba una historia autobiográfica. Algún tiempo después, Julia se sacó la espina con el libro Lo que Varguitas no dijo. 

Pero si hay un capítulo apasionante en la vida amorosa de Vargas Llosa es el que termina con el puñetazo que le dejó un ojo morado a García Márquez y que, según algunas teorías, fue provocado por los celos, al enterarse, por boca de la propia Patricia, de que Gabo había tenido un idilio con ella, en 1974, después de que Vargas Llosa se hubiese escapado unos días con una mujer a la que conoció en un viaje en barco -donde también iba Patricia- y con la que habría vivido un intenso idilio antes de arrepentirse y volver al hogar familiar. 

Historias que nunca son de primera mano, pero las fotos del ojo morado de Gabo no son una leyenda.