El oficio está en sus manos

Gladys Vázquez | Iago García | Ruth Sousa

EXTRA VOZ

XAIME RAMALLAL

Ferreiros, zoqueiros, cereiros, canteiros... Son los últimos representantes de un trabajo artesanal que busca renovarse o morir

22 feb 2015 . Actualizado a las 10:26 h.

En Merza, entre Bandeira y Vila de Cruces vive Alfonso Ferro. Aquí está su casa y su taller. Lleva ejerciendo el oficio de zoqueiro desde hace 7 décadas. «Con dez anos fixen o primeiro par. Nacín entre eles vendo ao meu pai. El empezou con 15 anos de aprendiz e ía casa por casa facéndoos. Despois da mili e de emigrar a Cuba non fixo outra cousa... Morreu facendo zocos», nos cuenta sentado frente a un montón de suelas de madera con la cubierta de cuero lista para ser clavada a mano, como se hizo siempre. Este año la zoquería celebra sus cien años. Un siglo de trabajo al que es imposible ponerle números: «Sempre me pregunta a xente cantos zocos podo facer nun día, nun mes... Nunca o souben. Se algún artesán di o que fai coas mans, minte. Hoxe podes facer 20 pares, pero mañá igual non chegas a 10». En el fondo Alfonso se refiere a una forma de trabajo tradicional que hoy continúa en las manos de su hija Elena: «De cativa non se separaba de min, o gusto dela era ir comigo ás feiras». «Vivino como algo natural ao estar no taller coa miña tía Agripina e co meu pai. Ser zoqueira non foi unha decisión que tivera que tomar», dice Elena. Padre e hija juegan al futbolín en la parte del taller destinada a la venta. Basta fijarse un poco para descubrir que los jugadores han sido sustituidos por pequeños zuecos de colores y formas. Una metáfora de la nueva línea de negocio en la que trabajan bajo la marca Eferro. Manteniendo su esencia, los zuecos se reinventan adoptando texturas y diseños insólitos para un calzado cuyas virtudes, la calidez de la madera e impermeabilidad del cuero, los hacían idóneos para trabajar en el campo. «Agora tamén teño que adicar unha parte ao proxecto, estar pendente das tendencias, visitar feiras internacionais para saber que materiais se levan... pero sempre sendo fieis ao orixinal», añade la zoqueira. 

Este calzado lo visten pies de todo el mundo con pedidos que ahora llegan a través del correo electrónico. La venta online está casi a punto, pero Elena, es prudente: «Chegar ata aquí, ter cinco empregadas e que os zocos se vendan está moi ben, pero non esquezo os momentos duros, as feiras nas que non vendiamos nada nos anos 90... Teño os pés na terra». 

Hierro, hollín y fuego

ALBERTO LOPEZ

Encontrar un ferreiro en O Corgo no es sencillo. Y eso que estamos en una comarca de larga tradición en la fragua. Antonio es el único en activo. Tiene 55 años y aprendió el oficio de su padre. «Aquí houbo xente de fóra traballando. Había criados. Agora xa non dá». Nos lo dice mientras se mueve por un pequeño taller en el que reinan el olor a carbón y los sonidos de los martillos. «Vouche ensinar cómo se fai unha fouce. É doado». Antonio se convierte en un maestro al que la dureza de su trabajo no le perturba. Enciende el fuego con calma, mientras nosotros damos un salto con la temperatura. «Teño que poñer o lume a uns mil graos». E non te protexes?, le preguntamos. «Non! O lume teno que aguantar o ferro, non eu», dice mientras se ríe, pero lo cierto es que estamos ante un hombre en plena labor que no usa guantes. Solo un viejo mandil repleto de hollín y unos cascos para los oídos. «Para que a fouce sexa forte, mesturamos aceiro e ferro. Se non o fío estaría brando». Atendemos a esta maniobra artesana preguntándole cómo sabe si una herramienta se ablanda. «Pois a ollo. Mira que vermello está xa. Aquí non hai forno». Y de ahí al trabajo con el martillo. Todo intensidad. La forma se consigue a mano. «Isto véndese en tendas e feiras. Aínda hai demanda porque á xente lle gusta o de antes. Iso sí, aínda recordo como de aquí saíron catro mil ferramentas para segar en Castela. Xa  hai moitos anos».

El carpinteiro de ribeira

XAIME RAMALLAL

Francisco es la séptima generación de carpinteiros de ribeira de su familia. Se formó, pero cuando lo hizo ya llevaba mucho aprendido. «Meu pai traíame de neno e así empecei. Aprendendo as cousas, case sen decatarme. Daquela había sete ou oito carpinteiros aquí». Hoy él es el único de la Mariña lucense y mira al futuro con optimismo, a pesar de los barcos de hierro y fibra. La madera, según nos cuenta, tiene posibilidades que hay que aprovechar y revalorizar y en ellas está el futuro. «Teño o oficio máis bonito do mundo», nos dice para explicarnos que todo empieza con la elección de la madera. Luego llega el diseño de los planos y la construcción, a base de paciencia, tacto y cariño. Porque, inevitablemente, «un séntese sempre un pouco parte do barco, aínda que sexa un encargo. Cando os ves navegar, cando ves o que fixeches, é unha satisfacción». Francisco no solo heredó de sus antecesores el astillero y las herramientas, sino también un profundo amor por su trabajo: «Non o cambiaría por nada. É o oficio da miña vida».

«Traballar na Catedral é un valor engadido»

Quienes acuden a la Catedral de Santiago inevitablemente los oyen. Su trabajo resuena en todo el templo, pero, gracias a él, la piedra más emblemática de Galicia recupera la salud y el buen aspecto. Son albañiles, restauradores y, cómo no, canteros. Laura Rodríguez, arrodillada en un andamio, repasa las juntas con precisión milimétrica. Entró en el año 81 en la escuela de cantería de Poio, cuando poquísimas mujeres se interesaban por trabajar la piedra. Treinta años después sigue en el oficio. Por el camino enseñó a otros, como David Soengas. Él ya lleva veinte años trabajando como cantero y cree que el suyo es el oficio tradicional que goza de mejor salud. Y eso a pesar de la generación perdida, la que sucumbió ante el ladrillo y otros materiales y que dejó a la nueva casi huérfana. «Calquera edificio de cantería dos anos 20 ou 30 ten un nivel de molduras e de traballo artesanal que implica un dominio técnico que hoxe case non hai», asegura. Lo que no significa que no haya un buen nivel. Al contrario.  «A verdade é que a creatividade é un dos factores intrínsecos do canteiro tipo, pero non é cousa de agora: sempre foi así. Ó mellor ?añade? é algo que ven da pedra». 

Laura y David son los herederos de un oficio tradicional al que le auguran futuro. Su presente, de momento, está entre los muros de la Catedral. «Traballar aquí é un valor engadido», reconoce David. Y Laura recuerda cuando de niña se preguntaba cómo habrían esculpido las figuras del Pórtico de la Gloria. «E mira ti: agora xa sei os trucos». Y, por un momento, su risa se escucha casi más que los golpes en la piedra.

MARTINA MISER

 JOAQUÍN DIÉGUEZ, CEREIRO, 45 AÑOS

«É un orgullo representar un oficio de tantos anos»

Pertenece a una saga familiar dedicada a la cerería en Pontecesures desde el siglo XIX. Fue su bisabuelo, José Diéguez, el que puso en marcha el negocio antes de la llegada de la electricidad. Hoy, cuatro generaciones después, sigue fabricando cirios a la antigua usanza, usando el noque y las planchas originales. Sus dos hijas, de 7 y 12 años, le echan una mano cuándo acaban sus deberes: «Agardo que continúe a tradición». 

miguel souto

ALFONSO Y ELENA FERRO (78 Y 40 AÑOS)

Más de 12.500 seguidores en Facebook

«Que agora presentes por internet uns zocos e que os estean a mirar en calquera parte do mundo non se me fai difícil, pero si incrible», dice el padre cuando su hija le confiesa que tienen más de 12.500 seguidores en Facebook. Para Elena la revitalización de nuestro calzado más representativo ha sido positivo para la artesanía: «Pasamos de estar moi poucos a reactivar un oficio. Algo que estaba a piques de morrer agora segue vivo»