Entrevista a José Luis Aulet: «Las concesiones que hace Sánchez a los independentistas son más que excesivas»

ESPAÑA

Foto de archivo del exmagistrado ferrolano José Luis Aulet en el Palacio de España en Roma.
Foto de archivo del exmagistrado ferrolano José Luis Aulet en el Palacio de España en Roma. CEDIDA

«Si sacamos la sedición del Código Penal cualquiera puede cometer ese delito», subraya el exmagistrado del Tribunal Superior de Justicia de Madrid

23 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Jubilado desde hace siete años, el exmagistrado José Luis Aulet, a caballo entre Madrid y Ferrol, está sorprendido por la «tremenda evolución del mundo judicial» en los últimos tiempos. Aunque dice no estar ahora «actualizado», no duda en responder con firmeza sobre temas candentes.

—¿Cómo ve eso de las embajadas catalanas en el exterior?

—Me parece un disparate. En el mejor de los casos lo veo muy irregular, sobre todo cuando pretenden tener una representación diplomática. Se puede entender una representación cultural o económica para dar una buena imagen de su tierra. El problema es cuando esa buena imagen va acompañada de una mala imagen del resto de España. Considero que se está cometiendo una ilegalidad con los cuantiosos fondos destinados a esas embajadas. Son fondos españoles, por mucho que se deriven a Cataluña.

—¿Las concesiones de Pedro Sánchez al independentismo cómo las calificaría?

—Me parecen más que excesivas, empezando por el País Vasco. Que se esté apoyando en el Parlamento a un grupo de personas sospechosas de connivencia con múltiples asesinatos, no digo que los hayan cometido pero es obvia su proximidad a ETA, es inasumible en un país asentado, occidental y democrático. En otros países europeos eso es inimaginable. En el caso del catalanismo, las sumas de dinero que se destinan allí y muchas actuaciones menores que van sumando son también incalificables. Una cosa de la que nadie habló es que en tiempos de Zapatero la Escuela Judicial, por donde pasan jueces, fiscales, secretarios y forenses una vez aprobadas las oposiciones, fue trasladada de Madrid a Barcelona. No se dio explicación alguna. Evidentemente era un pago más al independentismo.

—¿En su opinión vamos rumbo a la convocatoria de un referendo independentista que tantos auguran?

—No me quiero meter en eso porque realmente no lo sé, pero da esa impresión.

—La reforma del Código Penal para derogar el delito de sedición y rebajar las penas por malversación parece que pasa factura al Gobierno en las encuestas. ¿Le extraña?

—No me extraña nada. Eso es otro disparate para favorecer al independentismo. Saben muy bien lo que hacen, que es protegerse las espaldas, dejar sin armas a grupos políticos y a la sociedad española que opine lo contrario. Eso es insostenible en un país democrático. Si sacamos la sedición del Código Penal cualquiera puede cometer ese delito y no se le puede imponer ninguna pena. Es tremendo. Y lo de la malversación es de un descaro sublime.

—El espectáculo sobre la renovación del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional hace que la calle se pregunte si en España hay realmente separación de poderes. ¿La hay?

—No. Llegados a este punto yo lo niego ya. Cuando me preguntan por este follón de los jueces respondo que es muy sencillo. Si usted y yo tenemos un pleito, yo no puedo ser el que nombre el juez que va a dirimir el pleito entre usted y yo. El Estado sí puede y debe y tiene que nombrar a los jueces, pero no el Gobierno o el partido político que ostenta el poder.

—Entonces, usted opina que los jueces deben elegir a los jueces...

—Pues no necesariamente. Hay muchas alternativas. Desde la lotocracia, que consiste en nombrarlos por sorteo, a las elecciones populares. Pero nunca a dedo de los partidos políticos que estén en el Gobierno o que lideren la oposición.

—¿Por qué no se cambiaron antes las reglas de juego?

—Vamos a ver, aunque me repita hasta la saciedad esto procede de la Ley Orgánica de 1985, propiciada por el PSOE de Felipe González, que destruyó un sistema bastante más razonable de elección de los miembros del Poder Judicial. Ahí empezó el problema que clamó el Partido Popular. Pero después, llegado al poder, el PP no hizo nada por cambiarlo. España es un país con muy escasa conciencia de la moral política y eso es un lastre absoluto para todo.

«La discreción es la gran virtud de los diplomáticos» 

Aparte de la judicatura, José Luis Aulet (Ferrol, 1945) es un apasionado de la historia y las relaciones internacionales. En su libro La embajada española ante los papas relata la importancia de nuestro país ante el Vaticano.

—¿Qué o quién le animó a escribir este documentado libro de casi 350 páginas?

—Realmente partió de mí, por mi interés por las relaciones diplomáticas y la historia del arte, y le planteé a Francisco Vázquez, por aquel entonces embajador ante la Santa Sede, escribir el libro. Me dijo que sí y me puso en contacto con la cancillería.

—¿Cuántos años ha dedicado a recopilar información?

—Me dediqué intensamente a escribirlo durante dos años largos, aunque el trabajo de campo y las mejoras me llevaron unos diez años.

—La narración del libro arranca en 1492, cuando España se convierte en eje mundial y la Iglesia aprovecha el descubrimiento de América. ¿Ese fue el motivo?

—Realmente fue el motivo. Podría haberme remontado al inicio de las relaciones entre España y el Vaticano con embajadores intermitentes, pero consideré que 1492 era el momento más oportuno. Si inicio antes el relato del libro podría ser eterno y mal documentado.

—¿Desde cuándo hay una embajada española en el Vaticano?

—Desde hace 400 años la sede es el bello Palacio Monaldeschi. Hablamos del pleno barroco, en la época de la pompa, la ostentación y la representación. Las monarquías francesa y española competían por que se viese su poder a través del lujo y los grandes artistas. Todo estaba basado en una exhibición de poder.

—Si hablasen las paredes de la embajada más antigua de España en el mundo daría para varios libros...

—Por supuesto. Hubo desde historias sentimentales, llamémoslas así, hasta violencias tremendas y asaltos. Hubo de todo. Hasta el famoso fantasma Fra Piccolo que andaba por los pasillos de la embajada y del que me habló la periodista Paloma Gómez Borrero.

—Pero no hay constancia de eso.

—Nada, absolutamente nada.

—¿Las sedes diplomáticas son oficinas de tráfico de influencias?

—Con la variedad de personajes que hay en una embajada es lógico que haya trafico de influencias. Buenas... y malas también. Es normal que suceda.

—¿Qué peso tiene ahora la embajada española en el Vaticano?

—Puramente simbólico. En el contexto europeo e internacional, tanto España como el Vaticano han perdido protagonismo y están en una etapa crepuscular.

—¿Cómo ve las relaciones del Gobierno con la Santa Sede?

—Pues creo que son bastante planas y cordiales dada la personalidad del actual papa. Siempre digo que la discreción es la gran virtud de los diplomáticos y difícilmente revelan lo que se está cociendo puertas adentro.