Prisión incondicional para el presunto asesino del niño de Lardero

P. G, D. M LOGRIÑO /COLPISA

ESPAÑA

Francisco Javier Almeida en una imagen de archivo de Atlas TV
Francisco Javier Almeida en una imagen de archivo de Atlas TV Atlas

«Tengo un instinto que no puedo dominar» reconoció el propio Francisco Javier Almeida cuando cumplió dos años en la cárcel. Entonces, renunció a reclamar su puesta en libertad porque no se consideraba preparado para regresar a la sociedad

31 oct 2021 . Actualizado a las 21:55 h.

 La jueza del Juzgado de Instrucción número 2 de Logroño dictó este domingo prisión provisional comunicada sin fianza para Francisco Javier Almeida, que posteriormente fue conducido desde los juzgados a la prisión de Logroño. El detenido, que fue acusado de un presunto delito de homicidio, se acogió a su derecho a no declarar. Francisco Javier Almeida López de Castro, presunto autor de la muerte del niño de 9 años la noche del jueves en un edificio de la calle Río Linares, de Lardero, pasó ayer a disposición judicial. Sobre las diez y media de la mañana, la Guardia Civil de La Rioja lo trasladó desde el cuartel, donde permanecía desde su detención, a los juzgados de Logroño.

Almeida, de 54 años y vecino de Lardero, salió del centro penitenciario de Logroño el 8 de abril del 2020 (semanas antes había regresado a la cárcel riojana desde el penal de El Dueso) después de 21 años, 7 meses y 13 días encarcelado por el asesinato y agresión sexual a una mujer en 1998, el llamado crimen de la inmobiliaria. El jueves, 568 días después, cuando aún no había liquidado la condena por este crimen, presuntamente mató al pequeño en Lardero.

 Abel Hernando, vecino de la zona, habló de frustración, rabia, tristeza, indignación... durante la concentración que tuvo lugar ayer por la mañana «porque se sabía que iba a pasar, sabíamos que había cosas raras en el parque, se habían dado muchos avisos a la Policía y no hemos visto que se haya hecho esfuerzo alguno». En concreto, Abel aseguró que, hace meses, «a una amiga de mi hijo se le acercó un hombre y le empezó a hacer preguntas extrañas». Advirtió de que «aunque solo haya una denuncia en la Guardia Civil, hay otra en la Policía Nacional, pero a nivel telefónico ha habido reiteradas quejas a la Policía Local de Lardero». «Aquí alguien ha hecho las cosas mal, no se ha hecho caso al vecindario. Y está claro que las leyes, la Justicia, no funcionan», opinó Hernando.

Un pederasta en el barrio

Otra vecina, Leire Lesta, dijo que había sensación de «inseguridad» desde hacía tiempo. «Yo tuve que llamar a la Policía en abril porque se acercó un hombre a mi hijo y le preguntó cosas que me hicieron saltar las alarmas, pero se hacía caso omiso, no se ha hecho nada y se podía haber evitado», afirmó, añadiendo que «había rumores de que había un pederasta en el barrio».

Sin ir más lejos, tres días antes del asesinato de Álex, y en la misma calle, un individuo trató de convencer a una niña de 11 años para que subiese a su piso. La menor contó a sus padres lo que le había pasado, que decidieron poner una denuncia. En las diligencias, se recoge textualmente que el hombre «tenía una estatura media, de complexión normal, con el pelo gris, de unos 47 o 50 años, y que era de España».

 

Grande-Marlaska: «Todas las instituciones se atuvieron al principio de legalidad»

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, señaló ayer que todas las instituciones implicadas en el caso del homicidio del niño de 9 años de Lardero, ocurrido el jueves pasado, se han atenido «al principio de legalidad». Aseguró que en el suceso «han estado incorporadas todas las instituciones que han trabajado como han entendido razonable, Instituciones Penitenciarias, la Fiscalía y el propio juez de Vigilancia Penitenciaria». «Cuando ocurre una desgracia como esta se evalúan mucho más los acontecimientos para tratar de sacar unas conclusiones», señaló el ministro.

Tras un suceso como el que ha ocurrido en Lardero «ahora no es el momento de ofrecer conclusiones o nuevas leyes, sino que las mismas tienen que ser consecuencia de un debate sosegado y tranquilo con la perspectiva de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos». En este sentido, el titular de Interior indicó: «Las leyes deben ir dirigidas a garantizar la seguridad de los ciudadanos y más de los colectivos más vulnerables como los menores de edad», pero insistió en que «legislar en caliente no suele ser la mejor técnica legislativa».

«Soy un peligro para mí mismo y para terceros»

Cuando en el 2000 cumplió dos años en prisión provisional, condenado por el asesinato de María del Carmen López Guergué, pero con la sentencia recurrida, el propio Almeida renunció a reclamar su puesta en libertad. Como exige la ley, un tribunal debía examinar la pertinencia o no de su continuidad en la cárcel una vez superado ese plazo, pero el juez ni siquiera se lo tuvo que pensar.

Él mismo no se consideraba preparado para regresar a la sociedad e incluso reclamaba un tratamiento médico para los problemas físicos y mentales que padecía. No era la primera vez que Almeida reconocía en sede judicial sus demonios internos. Dos años antes, había confesado en la Audiencia Provincial su incapacidad para controlarse: «Tengo un instinto que no puedo dominar —dijo—. Nunca he tenido una relación normal con una mujer». Él llego a sostener que era impotente porque había sido operado de un testículo, pero los médicos descartaron no solo la impotencia, sino que Almeida sufriera algún tipo de parafilia. «Una cosa es la conducta anormal —apuntó el forense— y otro el tipo de personalidad y de mente; no hay nada que diga que no puede controlarse. Sabe lo que hace y cuando lo hace es porque quiere».

Fama de tipo turbio

Almeida daba la impresión de ser una persona retraída, aunque en la distancia corta, cuando cogía confianza con su interlocutor, se transformaba en un hombre expansivo e incluso lenguaraz. Desde su juventud arrastró fama en el vecindario de ser un tipo turbio, cuyo trato era mejor evitar. Su padre se suicidó hace más de veinte años y su madre falleció en el 2008.

Aunque padecía una sordera severa, había cursado hasta cuarto de solfeo en el conservatorio oficial de música, y poseía un elevado cociente intelectual. En sus primeros años en prisión, se quejaba de que casi todo el dinero que ganaba trabajando en los talleres ocupacionales de la prisión se lo tenía que gastar en audífonos.

Su comportamiento entre rejas siempre fue ejemplar. Su buena actitud en la cárcel, en donde era considerado un preso de confianza, le permitió beneficiarse de la libertad condicional tras haber cumplido las tres cuartas partes de la condena.