El volcán suma daños e incertidumbres

Santiago Garrido Rial
Santiago Garrido LA PALMA / ENVIADO ESPECIAL

ESPAÑA

Equipo I Love The World | Europa Press

Las columnas de humo muestran más propiedades arrasadas y una lenta espera hacia el mar

29 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los ríos llevan al mar y parece que este de lava del volcán de La Palma se resiste a hacerlo. Al tercer día de haber anunciado que estaba próximo, tampoco ocurrió. A media tarde de ayer, todas las fuentes consultadas apuntaban a una distancia mínima de mil metros al acantilado en línea recta de donde estaba la colada principal, porque hay otra más atrasada y ayer empezó a verse una tercera (y otras menores: ya se habla de cinco lenguas en total) en la parte principal.

En el puesto de mando avanzado también se trabajaba con distancias de algo más de un kilómetro, inicialmente, al principio de la tarde. Es difícil saber el camino que tomará, con una montaña de por medio, la de Todoque, que habrá que bordear (hacia el principio de la noche ya ocurría), y zonas de vaguadas que habrá que superar. Y más casas; más edificios: viviendas unas, dedicadas a la hostelería otras, de servicios, más. Como ayer pasó con la afección al colegio de Todoque (Los Llanos) situado a unos metros de la iglesia, cuyo derrumbe fue casi icónico, y otras construcciones.

Ya lo dijo ayer Miguel Ángel Morcuende, el portavoz del Pevolca, el Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias: de momento es imposible decir cuándo caerá al mar, creando un nuevo terreno y generando gases tóxicos. Depende de la velocidad de la colada y del rumbo que tome. Puede que hoy lo haga, quizás mañana, o quién sabe.

En todo caso, caerá en el municipio limítrofe de Tazacorte, en la zona de la playa de los Guirres, donde ayer estaban puestas todas las miradas, sobre todo desde el puerto. Donde, por cierto, el bar principal, revestido en madera, es de una gallega de O Pindo (La Cabaña del Muelle). Cuatro barrios próximos siguen confinados en buena parte a la espera de lo que venga, o al menos existe la orden, porque en algunas imágenes se advirtió una cierta flexibilización de la medida, ya que el peligro llegará con el contacto de la lava con el agua y la respiración posterior de esos tóxicos.

Humo negro y blanco

Cada movimiento del volcán, monitorizado por decenas de científicos que elaboran datos precisos que tan útiles le son a las fuerzas de seguridad para tomar medidas inmediatas y evitar daños personales o en animales (con pleno éxito), es analizado al extremo. Tan extremo que las informaciones, muchas de ellas necesariamente técnicas, llegan a veces también en fase explosiva, con escaso tiempo para masticarlas. Lo que más llamaba ayer la atención, visto desde casi todos los ángulos, eran los dos grandes bloques de humo: el del cono, evidentemente, cuya fumarola ya forma parte de un buen trozo del valle de Aridane y alrededores, y un grupo de humaredas muy visibles que en lo alto confluían en una.

A media distancia parecía un segundo volcán, o un incendio forestal. En realidad, eran plataneras e invernaderos, que sucumbían al poder calorífico de la lava, con la combinación de las balsas de agua que hay por esa zona para el riego. Humo blanco y humo negro que generaban una imagen inquietante, si es que hay alguna que estos días no lo es en esta parte de La Palma.

Plásticos, fertilizantes, químicos... Todo ardía y, sobre todo, se sumaban más perdidas millonarias, en este caso a la agricultura del plátano, fundamental en esta zona. No solo a las que desaparecen, sino aquellas que ven como se quedan sin sus fuentes de riego, algo crucial.

La ceniza sigue siendo protagonista, ya desde el primer día. Por eso, ayer el portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), el lucense David Calvo, señaló que en octubre llegarán las lluvias y habrá que pensar qué se hace con la ceniza que ha caído. Tanta, que en algunas zonas de exclusión los coches encallan, como en una playa. Calvo ha subrayado que cuando se moja puede llegar a tener un peso «enorme» y «tumbar» un edificio. De ahí que haya planteado incluso poder acceder a zonas de exclusión para realizar limpiezas exhaustivas. En las carreteras y aceras y patios se veía ceniza ayer por muchos lugares.

En el centro de Santa Cruz de La Palma, la capital, más de 30 kilómetros y varias montañas al este del núcleo volcánico, nunca tantos vecinos salieron con escobas a la calle, como si limpiaran nieve. Un día más, se veían montones acumulados. Ni siquiera se puede evitar su contacto en zonas libres, pues en cualquier momento caen algunas arenas (porque son como arenas) de las hojas de las palmeras.

«Sensación de tristeza»

En una breve caminata por el centro de la ciudad coincide un gallego más de los no pocos que hay por La Palma: Javier Bethencourt Quintía, de Santiago, que tras 29 años en Tenerife lleva uno en esta isla. Sobre una acera aún medio negra, explica que cuando se produjo la explosión muchos pensaron que sería un privilegio observar un fenómeno geológico así, «pero no se esperaba la desgracia que ha sido, semejante destrucción, y la sensación que hay ahora es la de tristeza».

A unos metros, en el puerto, y pese a haber pasado sobre la explanada en las horas anteriores miles de personas durante la mañana, aún se mantenía el crepitar de las pisadas sobre esa ceniza, la misma que aún impedía los vuelos en el aeropuerto. A este aeródromo le pasa casi como a la cascada al mar: siempre queda para el día siguiente, en espera de que cambien las cosas que no cambian. No hay certezas en una agenda que solo la marca el volcán, por muchos planes que se hagan y estimaciones que lleguen.

Los ferris van llenos y, por cierto, el dispositivo policial (de todos los cuerpos) de ayer para controlar que no haya incidencias era realmente asombroso. Solo se sale y entra por mar de la isla de La Palma. Y dentro, por carretera, de momento ya hay 20 kilómetros menos de vías de una red que tampoco es que fuese muy extensa. Algo de lo que ahora se escuchan quejas, y que el plan de reconstrucción deberá contemplar.