La lava del volcán llega al mar y levanta la alarma por el riesgo de una nube tóxica

ESPAÑA

La colada bordeó la montaña de Todoque y cruzó la carretera hasta caer por el acantilado. Los barrios cercanos a la zona han sido confinados para evitar los gases. El enviado especial de La Voz recogió la caída de la lava al Océano Atlántico y entrevistó a vecinos de la Tazacorte

29 sep 2021 . Actualizado a las 08:41 h.

Y al décimo día, la lava del volcán de La Palma llegó al océano. La colada de lava que emerge de la erupción llegó finalmente ayer al mar sobre la medianoche (hora peninsular), tras aumentar su velocidad de desplazamiento en las últimas horas del día.

Después cruzar la carretera de la costa en el municipio de Tazacorte sobre las 21.00 horas, y sin apenas oposición de las plataneras, alcanzó el Atlántico generando una gran columna de humo negro. Lo hizo en el entorno de la playa de Los Guirres, en un acantilado próximo de unos cien metros de altura.

La lava fue cayendo de forma lenta al principio y lo único que se ha podido ver a lo lejos son piedras candentes precipitándose, según la retransmisión que realizó la Televisión Canaria desde un barco y las imágenes facilitadas desde el buque Ramón Margalef, del Instituto Español de Oceanografía.

La oscuridad de la noche no permitía ver las columnas de vapor de agua que supuestamente se han debido de formar por el choque térmico de la lava con el mar, columnas que llevan unos gases que pueden resultar tóxicos para los ojos, los pulmones y la piel. Sí se constataba la presencia de un humo negro, que forma parte del proceso que se produce cuando la lava, a unos mil grados de temperatura, se junta con el agua marina, a 20 grados. Según los científicos, a medida que caía la lava se iba creando una pirámide de magma en la zona intermareal, antes de precipitarse al mar.

Tras el parón de ayer en la erupción volcánica de La Palma, el magma, según han explicado los especialistas, ha emergido de zonas más profundas, por lo que la lava está más caliente, más líquida, y se ha desplazado con mayor rapidez, especialmente en los últimos metros. Era una colada de características hawaianas, más veloz que los lentos bloques de piedra ardiente de las erupciones anteriores, por los que incluso cabalgaba en algunas partes aprovechando la superficie blanda de las primeras corrientes y llegaba alcanzar los 20 metros de altura en varios puntos. En estas condiciones la colada logró por la tarde bordear la montaña de Todoque y se abrió camino hacia la costa del municipio de Tazacorte, donde se mantenía el confinamiento de los barrios costeros de Puerto Naos, El Remo y La Bombilla, en previsión de que pudiera haber emanaciones tóxicas y explosiones.

La colada ya había cruzado la carretera de la Costa sobre las 21 horas (es la principal vía de conexión de la isla de La Palama) y la lava, a esa hora ya a menos de medio kilómetro del agua, podía verse desde el mar. Poco después, los sismógrafos detectaron un seísmo de magnitud 3,6 en la zona de Fuencaliente, que al parecer tendría relación con la mayor salida de magma. En su camino hacia Tazacorte, la lava produjo destrozos en las fincas de plátanos de la zona, última barrera para frenar su trayectoria hacia el océano, que por entonces todavía se presentaba incierta.

Desde el puerto cercano de Tazacorte, todas las miradas se dirigían a la zona de la playa de los Guirres, donde finalmente cayó. En ese muelle, el bar principal, revestido en madera, es de una gallega de O Pindo (La Cabaña del Muelle). Allí los vecinos seguían pendientes de la evolución del río candente.

Los vulcanólogos han advertido a la población de que no se acerque al río de lava porque pueden producirse nuevas explosiones y también intensificarse el humo que lleva sustancias tóxicas para los ojos, los pulmones y la piel.

Desde el servicio de emergencias 112 pidieron a quienes estuvieran en el exterior y relativamente cerca que buscasen refugio. No obstante, han aclarado que la afección se produce dentro de la zona de exclusión de dos kilómetros y los cuatro núcleos poblacionales más cercanos son lo que ya están confinados

Humo negro y blanco

Cada movimiento del volcán de La Palma es analizado al extremo, monitorizado por decenas de científicos que elaboran datos precisos que tan útiles le son a las fuerzas de seguridad para tomar medidas inmediatas y evitar daños personales o en animales, con pleno éxito. Tan minuciosamente que las informaciones, muchas de ellas necesariamente técnicas, llegan a veces también en fase explosiva, con escaso tiempo para asimilarlas.

Ayer por la tarde llamaban la atención los dos grandes bloques de humo: el del cono, evidentemente, cuya fumarola ya ocupa un buen trozo del valle de Aridane y alrededores, y un grupo de columnas muy visibles que en lo alto confluían en una. A media distancia parecía un segundo volcán, o un incendio forestal. En realidad eran las plantaciones plataneras e invernaderos que sucumbían al poder calorífico de la lava, y la ebullición de las balsas de agua que hay por esa zona para el riego. Humo blanco y humo negro que generaban una imagen inquietante, si es que hay alguna que estos días no lo sea en esta parte de La Palma.

Plásticos, fertilizantes, químicos... Todo ardía y, sobre todo, se sumaban más pérdidas millonarias, en este caso a la agricultura del plátano, fundamental en esta isla. No solo las plantaciones que desaparecen, sino aquellas que ven cómo se quedan sin sus fuentes de riego, algo crucial.

La ceniza y las lluvias

La ceniza sigue siendo protagonista, ya desde el primer día. Por eso, ayer el portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), el lucense David Calvo, señaló que en octubre llegarán las lluvias y habrá que pensar qué se hace con la ceniza que ha caído. Hay tanta que en algunas zonas de exclusión los coches encallan, como en una playa. Calvo ha subrayado que cuando se moja puede llegar a tener un peso «enorme» y «tumbar» un edificio. De ahí que haya planteado incluso poder acceder a zonas de exclusión para realizar limpiezas exhaustivas.

En carreteras, aceras y patios se veían espesas capas de ceniza ayer. En el centro de Santa Cruz de La Palma, más de 30 kilómetros al este del núcleo volcánico, los vecinos salieron con escobas a la calle, como si se tratara de una nevada negra.