La doble cara de Aznar: cómo dilapidó su capital político por el 11M y la corrupción

ESPAÑA

Juan Carlos Hidalgo | EFE

Los expertos hacen balance cuando se cumplen 25 años de su triunfo electoral

03 mar 2021 . Actualizado a las 11:43 h.

¿Qué supuso la llegada de José María Aznar a la Moncloa? ¿Cuál es el balance de su gestión? ¿Ha crecido o menguado su figura con el paso del tiempo? Los expertos responden a estas cuestiones al cumplirse 25 años de su triunfo electoral.

¿Qué supuso su llegada?

Alternancia y estabilidad. Para la politóloga Elena García-Guereta, «supuso un soplo de aire fresco, un impulso regenerador y un reencuentro del centro-derecha y la derecha españoles con las poderosas derechas periféricas de CiU y PNV». En cuanto a la democracia, «fue el fin a una etapa sin posibilidad de alternancia y sin competencia política real». «La victoria del PP en 1996 supuso el fin de la transición y el comienzo de la normalización institucional», afirma la politóloga Carmen Lumbierres.

Según Carlos Barrera, profesor de la Universidad de Navarra, fue «una bocanada de aire fresco, después de cuatro legislaturas socialistas seguidas con Felipe González como presidente, ya bastante erosionado en cuanto a su credibilidad por asuntos de corrupción y crisis económica». Representó «una señal más de la estabilidad política del sistema, basado en el llamado bipartidismo imperfecto». El consultor político Santiago Martínez, señala que supuso «la percepción de cierta normalidad democrática al haber una transición de un gobierno de izquierda a uno de derecha».

Sus gobiernos

Dos etapas muy diferentes. Barrera considera que «hubo dos períodos claros, con características propias». El primero, «de la primavera de 1996 a junio del 2002, en el que se consiguieron crecimiento económico, paz social, entrada en el euro, éxitos en la lucha contra el terrorismo, pactos históricos con CiU y PNV, cesiones de autogobierno a todas las comunidades en educación y sanidad a modo de consolidación del sistema autonómico y la histórica mayoría absoluta alcanzada en las elecciones de marzo del 2000».

«A partir de la huelga general del 2002, primer revés importante en los gobiernos de Aznar, la torpe gestión política y comunicativa de varios sucesos (Prestige, Yakolev, guerra de Irak, etc.) fueron la antesala de la igualmente errática gestión de los atentados del 11M, que significaron la dolorosa puntilla a sus gobiernos», asegura. «Una excesiva altivez personal y política, unida a su distanciamiento de las preocupaciones de la calle, desdibujaron la imagen final de su obra de gobierno», concluye.

García-Guereta estima que «es imprescindible diferenciar entre una primera legislatura excepcional y una segunda menos afortunada». El primer Gobierno de Aznar «fue el único que ha habido en España que ha rendido cuentas, periódicamente, del cumplimiento de su programa electoral: se las ofreció a los españoles, y se las exigió a sus ministros». Pero, sobre todo, «fue un Gobierno dialogante y moderado, que consiguió una aprobación ciudadana sin precedentes». En las siguientes elecciones, «Aznar logró una inesperada mayoría absoluta, que entendió muy mal, la tomó como un cheque en blanco, y dejó de gobernar de forma dialogante y sensata, y perdió la frescura y el espíritu regenerador de la primera». En su opinión, «la pésima gestión de la guerra de Irak tuvo un altísimo coste para Aznar y su Gobierno; y el fin de su mandato estuvo marcado por los terribles atentados del 11-M, que fueron también muy mal gestionados».

Lo más positivo

Giro al centro y crecimiento. Lumbierres también destaca la diferencia entre las dos legislaturas. «En la primera consiguió un equipo de gobierno que aglutinaba al centro-derecha y una visión del Estado inclusiva pactando con CiU, PNV y Coalición Canaria», explica. Fue «una época de crecimiento económico, cumplimiento de los criterios de convergencia de Maastricht e incorporación al euro». En la segunda, «el carácter pactista desapareció con la mayoría absoluta y la política de desregulación y liberalización económica se intensificó, semilla de la crisis urbanística años después y de las carencias en política social que nos separan de la media de la inversión europea». «El giro en política internacional y su inquebrantable atlantismo sin beneficios a cambio nos convirtió en un país subsidiario de las decisiones de la superpotencia», asegura.

Martínez resalta como elemento positivo para su partido «el giro al centro durante un tiempo, demostrando así que es ese espacio el que le permitía al PP consolidar sus resultados electorales». En cuanto al «crecimiento económico, se basó en sectores cortoplacistas como la construcción e infraestructuras». Como elemento más negativo, «la corrupción, cuya herencia sigue hasta hoy».

Su figura política

Más recordado por sus errores que por sus aciertos. «La corrupción política, con 12 de sus 14 ministros del antepenúltimo Gobierno de Aznar imputados o condenados por procesos judiciales, empañó su legado», afirma Lumbierres. «Su enfrentamiento con su sucesor en el partido le dejó como una voz autorizada para una parte muy pequeña de su electorado; y las mentiras sobre el 11M se amplifican a medida que pasa el tiempo», concluye.

García-Guereta destaca que «Aznar dejó la política voluntariamente, para contribuir a la regeneración democrática, eso nunca se le ha reconocido, porque en el recuerdo ha quedado de él ha sido el de su desafortunada gestión de la guerra de Irak, empeorada por la del 11M». En su opinión, «su figura ha sido mucho más recordada por sus errores que por sus aciertos». Pero estima que «Aznar fue un líder excepcional para el PP», pero «en buena medida dilapidó su capital político en su segundo mandato».

«Pueden equipararse aquí las figuras de González y Aznar», sostiene Barrera. «Aunque la imagen pública de ambos se deterioró en sus últimos años en el poder, el paso del tiempo permite observar la impronta de sus gobiernos en la transformación de España», explica. En ese sentido, «su percepción como dos de los grandes presidentes del Gobierno de la España democrática parece poco discutible». Para Martínez, su figura «ha perdido peso, ya que con Rajoy antes y ahora con Casado, busca protagonismo a costa del partido, le puede su ego y la alta consideración que tiene de sí mismo».