Aznar y Casado, 25 años después

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Jesús Hellín | Europa Press

03 mar 2021 . Actualizado a las 09:11 h.

Hoy se cumplen 25 años de la primera victoria del Partido Popular en unas elecciones generales. Fue el día en que José María Aznar pudo ver confirmada aquel sonoro grito de «¡váyase, señor González!». Fue la noche en que los seguidores del partido, con Aznar, Rajoy y Rato en la terraza de Génova 13, se pusieron a gritar «Pujol, enano, habla castellano», lo cual no impidió que poco después se firmase el Pacto del Majestic, de tantos efectos en la política nacional. Y fue la víspera de que Álvarez Cascos preguntase en Consejo de Ministros: «Presidente, ¿cuál debe ser nuestra prioridad?». Y Aznar respondió con una sola palabra: «Durar». Y aquel equipo duró ocho años y hubiera podido durar más si no se hubieran interpuesto los atentados del 11 de marzo del 2004 y la oportuna salida de Rubalcaba a decir en televisión «merecemos un Gobierno que no nos mienta».

Si entonces se habló de una «dulce derrota» del PSOE y de «triste victoria» del PP por la pequeña diferencia de votos, hoy muchos hablarán, seguramente, de «triste conmemoración». Es que hay un clima informativo pesimista, quizá derivado de la mala salud de la coalición gobernante, pero es una mala salud de hierro, con vocación y posibilidades de perpetuarse en el poder. Es que los resultados de Cataluña no ayudan a la confianza de la militancia. Es que el PP no administra bien sus propias noticias o sus fakes. Y es que se observa un clima de derrotismo en algunos de sus dirigentes históricos.

A la cabeza de ese pesimismo figura José María Aznar, que se prodigó en entrevistas periodísticas y se sintió en la obligación de recordar que él dejó en herencia un centro-derecha unido. Y ayer me sorprendió una declaración de Jaime Mayor Oreja en la que dice que, si el PP quiere evitar su extinción, tiene que unirse a Vox con criterios de igualdad. Que una personalidad de tanta trayectoria utilice la palabra extinción es un pésimo diagnóstico, salvo que Jaime Mayor tenga su corazón más en Vox que en el PP. En otros momentos de su vida diría que, si Vox quiere sobrevivir, tiene que unirse al Partido Popular. Evidentemente no es lo mismo.

Quiero decir con todo esto que el PP está atravesando una crisis de discurso y de estrategia, porque ideología tiene y votantes potenciales también, a pesar de las sombras de corrupción. Está sobrado de razones, por ejemplo, para ejercer una oposición dura, pero debe cambiar las palabras altisonantes, pero estériles, por un discurso basado en datos. Está sobrado también de razones para imponer vetos en la renovación del Poder Judicial, pero le lleva la delantera Pedro Sánchez al achacarle intransigencia, fallo evidente de estrategia. Y debería cambiar el tono bronco por el rostro amable. El truco es convertirse en el partido de la esperanza y dejar de ser el partido de la bronca. Creo que eso es lo que empieza a demandar este país.