Mañana, en Cataluña

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

ESPAÑA

Toni Albir

13 feb 2021 . Actualizado a las 10:36 h.

Mañana, si el miedo al virus no impide constituir las mesas electorales, Cataluña volverá a votar. Lleva varias legislaturas sin conseguir completar los cuatro años, con lo cual, si se añade el calendario de las urnas estatales y las municipales, se puede decir que esa comunidad autónoma vive en permanente campaña electoral. Si se produjera una alta abstención como temen los analistas de las encuestas, sería consecuencia de muchos factores, como la ausencia de ofertas sugestivas en los programas y en los discursos de los líderes, del mencionado miedo a los contagios de covid, del desconocimiento de los candidatos, todos ellos primerizos, pero también del cansancio acumulado.

En un día como hoy, jornada de reflexión, parece procedente analizar qué ha dado de sí la campaña electoral y qué se juega en las urnas de mañana. La campaña ha sido anodina. Miren que hay problemas en Cataluña: empresas que se siguen marchando, empobrecimiento, pérdida de liderazgo económico, impuestos superiores a los de cualquier comunidad, infraestructuras deficientes, azote a la industria turística, tristeza que se palpa en la calle… Pues muy poco de eso fue analizado en los debates. El tema fiscal fue rehuido por los independentistas, quizá porque son los responsables. La iniciativa más divulgada fue la propuesta de Illa de bajarse el sueldo de presidente. Y lo que ocupó la mayoría de los debates que hemos podido ver ha sido el reparto de la piel del oso antes de cazarlo; es decir, los pactos para la formación de gobierno, que al final quedaron limitados por el cordón sanitario del independentismo al PSC. No fue una campaña para presumir ni por su realismo ni por su imaginación.

Y lo que se juega mañana no es solo el gobierno de Cataluña que, si se cumple el acuerdo contra Illa, será independentista, con la previsión de otro período de matraca y de intentos de resurrección del procés, aunque con notables diferencias entre los partidos que lo propugnan. Se juega también la imagen de España en el mundo, porque, a efectos de inversiones, no es lo mismo un país estable que un país que vive todo el tiempo al borde de la ruptura. Tampoco es lo mismo un país donde no se discute el Estado de derecho que un país donde uno de sus gobiernos regionales envía mensajes de represión y de pisoteo de derechos.

Y mucha atención al paisaje de los partidos constitucionalistas, especialmente los de centro y los conservadores. En conjunto, y según el vaticinio de las encuestas, tanto Ciudadanos como el PP van a sufrir el castigo de que no se ha percibido el sentido de la utilidad de votarlos. Y así, funcionó sobre todo la intención del voto de cabreo a favor de Vox. Puede ocurrir que esta fuerza política se convierta en la cuarta o quinta fuerza del Parlamento catalán. Si eso ocurre, el terremoto en la derecha estatal puede ser altamente destructor.